Va cobrando fuerza y belicosidad la campaña prematuramente iniciada por el oficialismo. A las muchas ventajas que ya tiene está añadiendo el tiempo. Pero no están tan seguros de ganar como aparentan con delirante optimismo. Morales no será el mismo de las anteriores elecciones. La masa cautiva que lo apoyaba antes está ahora resquebrajada. La disidencia desprendida de sus filas también ha crecido. Hay voces con animosidad reprimida.
Los psicólogos suelen asociar la actitud agresiva con la debilidad. Y a la inversa: la serena compostura - dicen - es una muestra de fortaleza. Si eso es cierto, la conjetura plausible es que los altos capos del Palacio Quemado no tienen muy firme los estribos. Llevan a flor de piel una destemplada reacción emocional. Les falta humildad y paciencia para escuchar. Se vuelcan contra el que pregunta en lugar de responder. Y hay muchas preguntas sin respuestas.
En estos días hubo un áspero roce verbal entre un jefe de partido opositor y una alta autoridad de gobierno. Obviamos los nombres por no ser necesarios en el caso: nos interesa visualizar el “pecado” en cuestión. Se trata del famoso programa “Bolivia cambia, Evo cumple”. ¿Alguien sabe cuánto dinero se ha gastado en ese proselitismo crónico? Fue espectacular el derroche; superior al cheque contra cheque del siglo XIX. Un magnate improvisado recorre por todos los caminos haciendo “chauchitas”. Y además la platita era ajena; dizque fue una donación incondicional.
“A otro perro con ese hueso”, ha dicho mi vecino en la esquina. En política no hay nada incondicional. El comandante Chávez estaba empeñado en expandir la revolución bolivariana bajo la égida del comunismo Cubano. También se ha dado en llamar el socialismo del siglo XXI, que no es sino una figura retórica para uncir a los incautos. Lo que no se pudo a malas - con cartuchera al cañón - se estaba intentado implantar con petrodólares. “Poderoso caballero es don dinero”, ya lo dijo el clásico. La aventura de los socios de la ALBA, sin el caudal de los “verdes” venezolanos, no habría existido.
En la carta que motivó la agresión del presidente Busch a Alcides Arguedas, entre otras cosas el escritor le recordaba la necesidad de administrar con rigor los recursos del Estado. Parece que no hubiera pasado el tiempo; también hoy se agrede con insultos a quienes solicitan rendición de cuentas, pese a que la ley Safco (1990) está vigente: “Todo servidor público, sin distinción de jerarquía, debe asumir plena responsabilidad de sus actos rindiendo cuenta sobre el destino de los recursos que le fueron confiados, también sobre la forma y resultado de su aplicación”.
En prueba de que se respeta la ley y la democracia, se debería transparentar sin enojarse el manejo de la millonada de dólares que corrió a raudales para sostener el programa de marras, y despejar así el rumor y la sospecha que suenan como un río a la distancia. Los gastos reservados de ayer es ahora - dice la gente - la caja negra que alimenta con dinero sin control a “Bolivia cambia, Evo cumple”.
(*) El autor es pedagogo y escritor
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