Miercoles 05 de junio de 2013
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El transfugio político-partidista se ha hecho costumbre especialmente en tiempos pre-electorales. Un error garrafal de quienes habiendo jurado lealtad a un partido, ante cualquier dificultad o “tentación” de parte interesada que reciben, deciden cambiar y perjurar en otro partido y, muchas veces, así, se pasa de una a otra tienda partidista dejando de lado juramentos, sentidos de lealtad y consecuencia.
Pero el problema no radica sólo en el traspaso o transfugio de un partido a otro sino que se lo demuestra en la vida diaria, especialmente en el Poder Legislativo donde la presencia de todos sus miembros es necesaria cuando se tienen que aprobar medidas o tomar acuerdos importantes. Tanto en los períodos pasados como en el actual se ha visto actitudes desleales por parte de muchos congresistas que, olvidando todo principio, han hecho abandono de sala de sesiones o no han asistido cuando debía votarse algún proyecto de ley o tomar alguna resolución seria e importante.
No podría decirse que los senadores y diputados plurinominales traicionan la confianza de los votantes porque éstos no votaron por quienes han sido designados “a dedo” por sus jefes políticos o los comités políticos respectivos; entonces, ¿qué lealtad pueden tener a la ciudadanía sino le deben el voto? Pero, el hecho no queda ahí: porque quienes no cumplen sus compromisos, automáticamente traicionan su palabra, su juramento, su lealtad al no acatar las disposiciones partidarias y hacerlo en sentido contrario inclusive con la no asistencia a sesiones.