Loading...
Invitado


Domingo 02 de junio de 2013

Portada Principal
Revista Dominical

Todos comieron

02 jun 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Bernardino Zanella - Siervo de María

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Comida y casa: dos exigencias fundamentales para una vida digna.

Aprovechando su ineludible necesidad, se han creado poderosos imperios que monopolizan los alimentos y la construcción de casas, sobre todo en las grandes ciudades. Pero esa lógica de acumulación, por lamentable que sea, es uno de los instintos más profundos que está también en el corazón de cada ser humano, y necesita extrema vigilancia y voluntad de cambio.

Leemos en el evangelio de san Lucas 9, 11-17:

«Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres.

Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas».

Después que los discípulos regresaron de la misión a la cual los había enviado Jesús, él intenta retirarse con ellos a un lugar apartado, para evaluar la experiencia y para descansar. Pero la gente no los deja tranquilos, y llega hasta ese lugar. Jesús no se muestra molesto y la acoge, alimentándola con su palabra y sanando a los enfermos.

Pero el pan de la Palabra no basta. El hambre de la muchedumbre y el lugar desierto hacen recordar el antiguo éxodo, cuando Moisés sació al pueblo con el maná. Ahora hay alguien que es más que Moisés.

La gente parece no acusar el hambre, a pesar que es tarde, y ni se da cuenta de la noche inminente. Hay algo demasiado importante que ocupa su corazón, la presencia de Jesús, al punto que todo el resto es relativo. Son los apóstoles que se preocupan de la comida y del alojamiento de toda esa gente, y ya tienen la solución: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento”. Despide, que vayan: que cada uno piense por sí mismo y solucione sus problemas. No importa si la consecuencia es la dispersión, la soledad, la angustia frente a problemas que no tienen solución. Es la lógica de siempre, y el más fuerte sabrá aprovechar de las necesidades de los demás.

Jesús tiene una propuesta diferente: “Denles de comer ustedes mismos”. Háganse cargo ustedes de los problemas del pueblo, y busquen soluciones comunes. No importa la escasez de los recursos: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados”. Si los recursos se comparten, habrá lo suficiente para todos.

El evangelista Lucas lo demuestra, describiendo los gestos de Jesús según la celebración de la eucaristía de su tiempo: “Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud”. Como diciendo que Jesús mismo se ofrece primero como pan para el hambre de todos, y por eso indica el camino para vencer toda clase de hambre: hacerse pan, como Jesús. Participar en la eucaristía significará comprometerse con las necesidades concretas del pueblo, abriendo caminos de comunión y solidaridad, contra la dispersión, compartiendo los bienes en justicia y equidad: “Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas”. Desde dentro de la comunidad brota la abundancia.

Sin duda la solución extraordinaria que Jesús dio ese día al problema contingente del hambre de sus seguidores puede ser llamativa. Pero mucho más llamativa tiene que ser la indicación que este signo ofrece para una convivencia en que juntos se enfrenten los problemas fundamentales de la sociedad, sin que nadie tenga demasiado y otros no tengan lo suficiente, o sin que nadie sea obligado a gastar tiempo, salud y vida para que pocos acumulen inmensas fortunas. El verdadero milagro es el cambio del corazón.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: