Si tomamos el diccionario y partimos de la premisa de que descolonización es “supresión de la condición colonial de un territorio”, parecería que no hay mucho que hacer en nuestro continente puesto que, con excepción de ciertos territorios sometidos a la jurisdicción de otros países, la mayoría de las naciones americanas son libres e independientes y se rigen por los principios de la libre determinación de los pueblos.
Sin embargo, la descolonización no se refiere simplemente a la presencia física de gobiernos extranjeros ni a la influencia directa que ejercen estos sobre las sociedades.
Javier Andrés González Vega, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oviedo, señala que “en un sentido amplio, el concepto de descolonización alude al acceso a la independencia de los pueblos y territorios sometidos a dominación política, social y económica por parte de potencias extrañas”.
Esta conceptualización permite extender el análisis de la descolonización a mayores áreas y a formular una pregunta necesaria: ¿Bolivia ya está descolonizada?
El gobierno de Evo Morales se apresuró en crear un Viceministerio de Descolonización que, según reza su blog, “busca generar espacios de discusión teórica, práctica académica y política para superar la supremacía educativa occidental”. A partir de ahí, es fácil entender que la actual administración sólo considera como colonización a la dominación española, puesto que llegó de Occidente, y concentra su esfuerzos en esta. El problema es que, al hacerlo, confunde el elemental proceso histórico de la descolonización con un poco disimulado resentimiento contra la colonización española así que sus acciones más parecen estar orientadas por el odio que por la intención de acelerar el proceso.
España ya no tiene dominio alguno en el territorio que hoy es Bolivia. Tras la desvinculación, que data de 1825, retiró sus instituciones administrativas y se dedicó a sus propios problemas, incluidos los de sus propias descolonizaciones.
Lo que quedó es una herencia genética y cultural de la cual no es posible ni coherente zafarse. España nos dejó su idioma y una serie de rasgos culturales que no sólo se reflejan en nosotros sino también en nuestras ciudades. Ahí están, por ejemplo, los templos y construcciones civiles que forman parte de nuestra oferta turística.
Pero el Gobierno entiende que aún falta borrar más vestigios y actúa en consecuencia. Al hacerlo se olvida de dos detalles importantes: primero, que, quiérase o no, España se ha convertido en parte de nuestras nacionalidades mediante el imborrable y evidente proceso de mestizaje y, segundo, que nuestro territorio sufrió otros procesos colonizadores.
El Gobierno toma como modelo de sociedad al incario que, según ratifican varios historiadores, fue clasista y despótico. Al tomar como referente sólo un rostro de la historia, pasa por alto el hecho de que los incas también fueron conquistadores. La región occidental de lo que hoy es Bolivia, por ejemplo, estuvo habitada por pueblos como los kollas, charkas, chuis, lipez, karankas, omasuyus y otros que, en su momento, fueron sometidos militarmente por los incas que no sólo les impusieron su idioma, el quechua, sino también su cultura y agobiantes tributos. Como venían de una región diferente a la nuestra, con centro en el Cusco, eran una potencia extranjera que nos invadió y conquistó. ¿Debemos, entonces, renegar de esa cultura? Desde luego que no.
La cultura incásica forma parte de nuestra nacionalidad y así debemos asumirla. El gran detalle es que lo mismo pasa con la cultura española. Bolivia es el resultado de una fusión de culturas -andina, chaqueña, amazónica y española- y, para entender esa verdad, es preciso descolonizar primero nuestras mentes.
(*) Premio Nacional en Historia del Periodismo
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.