Jueves 30 de mayo de 2013
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Una de las justificaciones a las políticas duras y represivas que siguen los gobiernos neopopulistas, es que hay que corregir lo malo, pernicioso, malintencionado y perjudicial que dejaron los “neoliberales”. Por ello, “castigan” a sus antecesores a los que, además, se acusa como los autores de la pobreza, el atraso y la injusticia que predominan en el país.
Así es cómo se entremezclan el odio, la deformación de la historia y el pretendido interés en hacer justicia. Queda, entonces, evidente el afán de venganza por agravios reales o imaginarios. Sin los fanáticos, dominados por la soberbia, que no pueden ocultar su índole intolerante y violenta.
Hace algunos años, hubo incitativas para que se depongan enconos y, al fin, se humanice la política. Nuestra historia está signada por cruentos enfrentamientos y por persecuciones y encarcelamiento a los oponentes políticos. También es cierto que la oposición, con frecuencia, fue levantisca y resuelta a la pelea fratricida para alcanzar el poder. Y, cuando lo alcanzaba, incurría en lo mismo que denunciaba: represión y venganza. Esto se ha venido repitiendo constantemente, a la vez que, en las conductas políticas, fueron ostensibles los afanes de dominación,