El maltrato a los animales y su salvación racional
29 may 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
Los animales, mal llamados irracionales, como obra de la evolución de miles de millones de años, han pasado por un proceso de desarrollo en el que el ser humano ha influido sistemáticamente, y muchas veces de manera trágica, en su destino, en su diaria existencia. Mujeres y hombres, en su cotidiano devenir, y en su ego infinito, se han dedicado durante mucho tiempo a utilizar los recursos naturales de manera angurrienta y depredadora, sin el menor criterio de equilibrio, olvidando así a las futuras generaciones en su propio futuro.
En este lastimoso contexto, los animales se dividen arbitrariamente en domésticos, de granja y silvestres o salvajes. Los primeros y segundos han sido asimilados por el ser humano con diversos fines y los terceros mantienen su libertad en áreas naturales cada vez más pequeñas y áridas debido a la destrucción paulatina y constante del medio ambiente, a la extensión inútil de la frontera agrícola y a su mal tratamiento. En realidad, si se utilizaran de manera racional 40 millones de kilómetros cuadrados marinos y terrestres para cultivar alimentos en términos científicos, quedaría un inmenso espacio para disfrute de todas las especies, incluida la contradictoria estirpe humana.
Los animales domésticos son los que se crían con fines de compañía, distracción, eliminación de roedores y cuidado de la casa como gatos y perros. Los maltratos a que son sometidos son variados y en la generalidad de las ocasiones crueles: no se les presta la atención y el cuidado debidos, es decir que se los alimenta mal, no se les proporciona una ambiente adecuado y caliente para que duerman, se los deja solos durante mucho tiempo y no son llevados a la veterinaria o veterinario para que les curen sus afecciones y enfermedades. Son golpeados y expulsados a la calle, llegando inclusive a ser abandonados, por lo que se convierten en vagabundos que buscan su sustento en basurales y se contagian de muchas enfermedades. Para peor, hay animales silvestres que sin ser plenamente domesticados se crían en el hogar de manera irresponsable: loros, monos, aves y otros, los que sufren mucho ya que el cautiverio les causa estrés y otros malestares que deberían vivir sus supuestos dueños en celdas de por vida para saber lo que se siente estar en privación de libertad.
Los animales de granja son aquellos que se crían con el fin de utilizar su carne, pieles, pelos y tracción con fines económicos, para satisfacer necesidades, no siempre necesarias y en la mayoría de las ocasiones de figura pasiva, humanas: alimentación, vestimenta y transporte. Entre ellos tenemos a reses, gallinas, pavos, patos, conejos, cerdos, caballos, asnos, llamas, alpacas, vicuñas y otros. Muchas de estas especies, especialmente las que dan carne y huevos, son sometidas a regímenes sumamente crueles, ya que se crían en lugares cerrados y estrechos, siendo alimentadas abundantemente para que crezcan rápido y engorden, facilitando así su aprovechamiento y su consiguiente sufrimiento.
Los animales silvestres, llamados salvajes, son los que viven en selvas, montañas, valles, llanuras, ríos, lagos y mares, además en los lugares más recónditos. Constituyen casi la totalidad de las especies del planeta Tierra y se ven sometidos a la pérdida de sus espacios vitales por la extensión de la frontera agrícola y la correspondiente deforestación, además de la destrucción del medio marino, con lo que les resulta difícil alimentarse, creándose una situación álgida tanto para herbívoros, así como para carnívoros. Su pesca y caza indiscriminadas conducen a su paulatina extinción.
La especie humana, no ha dejado de serlo en su contradictorio devenir, tiene que adquirir conciencia de su obra y asumir un rol menos invasivo. Los recursos naturales son suficientes para satisfacer sus necesidades cotidianas y lo que tiene que hacer, de manera urgente, es sostener un equilibrio que le permita convivir con sus congéneres en sus múltiples variedades.
(*) Politólogo
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