Hay épocas de la historia que pueden ser identificadas por la enfermedad que hizo estragos de la población humana. Si quisiéramos identificar nuestra era con una enfermedad, nos viene a la mente el cáncer. Según la OMS, el cáncer cobra cada año tres millones de vidas, constituyéndose en la principal causa de mortalidad en la actualidad.
Si bien el cáncer es una enfermedad común en todos los pueblos, no se manifiesta de manera similar en todos ellos. Por ejemplo se asocia la ausencia de ciertos tipos de cáncer gastrointestinales en poblaciones que suelen tomar vino tinto con la presencia en esa bebida de antioxidantes como el resveratrol. Dicho sea de paso, al ser producido por la radiación ultravioleta, ese compuesto es más abundante en el vino tinto de altura, aunque poco provecho le sacamos en Bolivia.
Por eso es importante tener un conocimiento estadístico de la “incidencia” (número de nuevos casos por 100 mil habitantes) de los diferentes tipos de cáncer para buscar relacionarlos con usos y costumbres, especialmente dietéticas, y, consecuentemente, emprender campañas educativas para mitigar esa plaga, a la espera que la medicina ofrezca remedios efectivos.
Bolivia no tenía un registro estadístico de tumores hasta el año pasado. En el marco de la campaña contra los riesgos de cáncer de piel por una excesiva exposición a la radiación ultravioleta, impulsada por el Instituto de Física de la Universidad Mayor de San Andrés, se obtuvo la cooperación del Registro de Tumores del Ecuador, a cargo de una fundación privada, SOLCA, para arrancar con el Registro de Cáncer en el Departamento de La Paz, preludio de su extensión a todo el país.
Gracias al apoyo de la OPS/OMS y al decidido compromiso del Ministerio de Salud y Deportes, se ha logrado tener los resultados validados del año 2011 de la incidencia de los diferentes tipos de cáncer en Bolivia, o por lo menos en el departamento de La Paz.
Los resultados, aunque limitados a un solo año, son sorprendentes. Tomando la población en su conjunto, la mayor incidencia corresponde a tumores “femeninos”: cáncer de cuello uterino y cáncer de mama. Lo sorprendente es que, si bien se ha hecho costumbre realizar anualmente exámenes como el “Papanicolau”, en la práctica las que más acuden a esa práctica son mujeres profesionales, universitarias o trabajadoras con seguro, al margen de las limitaciones que tiene ese examen tomado aisladamente de otros análisis. El tercer lugar lo ocupa el cáncer de piel, un dato que justifica la perseverancia en realizar campañas educativas de salud ambiental. Pero si tomamos la incidencia por sexo, en varones el cáncer de piel ocupa el segundo lugar, después del de próstata.
Estos datos, validados y publicados, dan pautas sobre cómo y dónde intervenir en la prevención, especialmente entre las mujeres de bajos recursos.
Por otro lado, registros de cánceres en hospitales especializados de Cochabamba y Santa Cruz han mostrado, de manera indicativa y cualitativa, algunas variantes. Por ejemplo, el cáncer de piel, contrariamente a lo esperado, tiene mayor incidencia en Santa Cruz y en Cochabamba que en La Paz. La razón puede ser que en las regiones donde se expone más el cuerpo a la radiación solar se recibe dosis mayores, pero si ese resultado se debiera a las campañas más incisivas de prevención y educación realizadas en La Paz, tendríamos marcada una senda para evitar enfermedades que bien pueden ser prevenidas.
En fin, todos los caminos conducen a la necesidad de una mayor y mejor educación.
Por: Francesco Zaratti (*)
(*) Es físico
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