He vuelto a leer un excelente libro de Stephen Zweig sobre Américo Vespucci, que nació en Florencia con el hombre de Albericus Vespuccius pero terminó dando al Nuevo Mundo el nombre de pila que había adoptado en España.
No fue un usurpador de méritos ajenos, como dicen las leyendas. No hizo nada para arrebatar a Cristóbal Colón el honor de haber descubierto que entre Europa y la India, yendo por el Oeste, había un continente. Y eran amigos.
Algunos errores cometidos por unos impresores de Lorena dieron pie a que una larga serie de confusiones terminara por bautizar al nuevo continente con el nombre del toscano.
Cuando Colón murió, en 1506, muy pocas personas acompañaron el ataúd al cementerio de Sevilla. Había quedado pobre y, lo peor de todo, despreciado.
Seis años después murió Vespucci en las mismas condiciones de abandono y fue enterrado en Valladolid. Sólo su viuda asistió a aquel entierro
Zweig resume el drama diciendo que Colón fue el primero en encontrar el nuevo mundo pero no lo reconoció. Cuando murió seguía creyendo que en sus viajes había topado con parte de la India.
Mientras tanto, Vespucci relató sus viajes en unas cartas y alguien puso como título de las 32 páginas: “Mundus Novus”. Había reconocido que esto era un mundo nuevo y no la India.
El debate duró siglos. Colón y Vespucci nunca se enteraron de que la historia había decidido hacerlos rivales.
Esto viene a cuento porque acabo de leer un artículo en Clarín de Buenos Aires sobre la decisión del gobierno de la señora Cristina Fernández de “desterrar” el monumento a Colón de la plaza que queda detrás de la Casa Rosada. Y mandarlo, con gastos cubiertos por el gobierno boliviano, a La Plata.
La explicación es que en ese lugar y no en otro, derribando piezas como en una partida de ajedrez, se pondrá un monumento a Juana Azurduy de Padilla.
Marcelo Moreno, autor de la columna de opinión, dice que el monumento a la guerrillera chuquisaqueña tenía muchos otros lugares para ser emplazado sin necesidad de quitar el espacio del Mariscal de la Mar Océano.
Pero “todo se clarifica cuando se aplica la lógica binaria del kirchnerismo: quien no es obediente amigo, resulta un enemigo a aniquilar”. Y pregunta: “¿Colón era un condenado liberal, un partidario del libre mercado, un seguidor del Consenso de Washington? ¿Y Azurduy, en cambio, estaba por el monopolio estatal, el asistencialismo y el crecimiento con inclusión social?”
Colón sólo quería encontrar el camino más corto para que lleguen las especias de la India a Europa.
Honor al genovés que completó el mundo al mando de sus carabelas extraviadas.
Vacaflor.obolog.com
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