Los gobiernos constitucionales, ante situaciones conflictivas en el campo social, utilizan muchos medios para solucionarlos; pero, hay casos en que recurren a extremos ajenos totalmente a la Constitución y a las leyes que deben regir la vida nacional. Para los gobiernos de facto o ilegales, se hizo común en el pasado “dictar las propias leyes” y en conformidad con la seguridad del régimen y la vigencia plena del “partido”.
Felizmente, desde el año 1982, al haber retornado al sistema democrático, no se deben soportar los extremos; sin embargo, en los últimos años, ante la persistencia de conflictos, marchas, manifestaciones, exigencias de toda laya, ultimátums y hasta bloqueos, el Gobierno se sintió obligado a recurrir a extremos como en el caso Chaparina y lo que ocurre en los últimos quince días en que la convulsión social ha adquirido proporciones muy peligrosas.
Los últimos conflictos tienen cada vez más gravedad y pueden persistir y adquirir mayores dimensiones mientras el Gobierno no dialogue, concerte, convine, acuerde y, sobre todo, actúe conforme a las regulaciones de las leyes. Y cuando se habla de que la ley es el mejor camino para una convivencia pacífica, quiere decir que no solamente los protagonistas de los hechos deben cumplir sino que la referencia está a que también las autoridades tomen conciencia de que la única fuerza es la Ley.
La fuerza del Derecho –Constitución y leyes– es la fuerza de los que tienen la razón, y el Gobierno, inclusive por su condición de autoridad elegida mediante un proceso electoral, está obligado a actuar conforme a ella y debe contener a sus fuerzas para evitar los extremos, situaciones que, muchas veces tienen destino diferente y son los mismos cuadros de la Policía que, al enfrentarse, tienen reacciones extremas que no deberían ser.
Un país convulsionado y sin la presencia de un actuar consciente, racional, ecuánime y dispuesto al diálogo y la concordia no se ve, porque parecería que las autoridades esperan que los conflictos encuentren cauces de solución por sí mismos o sea por cansancio. Y es sólo la aplicación de la ley –inclusive en sus partes punitivas– que puede acordar soluciones que todos acepten y acaten; no son las imposiciones o las esperas en tren de llegar automáticamente a remedios que no llegarán.
Quienes reclaman, generalmente tienen una buena razón y si recurren a los extremos es casi siempre porque no se actuó con la debida oportunidad, con el tiempo que tenían las autoridades para estudiar y proponer soluciones a los reclamos. ¿Por qué se ha esperado que estallen los conflictos y se presenten situaciones insostenibles? Simplemente porque se “dejó estar”, se dejó hacer y se dejó pasar, política muy negativa de quienes no estudian, no analizan ni solucionan los problemas; y esto puede ser por incapacidad, por soberbia y petulancia o, simplemente, por insuficiencia de razones que argumenten y convenzan a las partes.
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