El movimiento de la “Nueva Era” o “New Age”, es nada más ni nada menos que el movimiento del “Nuevo Orden Mundial”, un movimiento global plurinacional, cuyo objetivo según sus promotores consiste en un Plan conjunto que, “mediante un solo gobierno, una sola religión, un solo sistema económico y una sola cultura”, espera conseguir, según dice, “el bienestar de la humanidad a través de su control absoluto”.
Sin embargo, su verdadera meta, no es otra que un progresivo desarrollo de pasos encaminados a la liquidación de los principios de la civilización cristiana, sustituyéndola por un credo pseudo religioso que rinde culto a la diosa razón, concretándose en un humanismo que desconoce a Dios (“el hombre por el hombre”), siendo portador de su error, en cuanto ampara el abuso y hasta la destrucción del débil por, y, en beneficio del fuerte.
Es el Misterio de la Iniquidad, del que nos habla San Pablo en su Segunda Carta a los Tesalonicenses: “Ya está obrando el misterio de la iniquidad” (2, 7), que actúa amparado en la sombra y sirviéndose normalmente del «impío», es decir, de aquellos hombres que se prestan a ser sus secuaces e instrumentos de su acción en la historia, y de los cristianos “lapsi” (caídos), no tanto perseguidos por el mundo, sino seducidos por él.
Sus manifestaciones más significativas entre otras son:
La institucionalización de la ideología laicista en los Estados y Organismos supranacionales (ONU, Unesco, Unión Europea…), reflejado en sus respectivas Constituciones y “Cartas” reguladoras de dichos objetivos: por ejemplo la “Carta de la Tierra”.
La exaltación de la sexualidad en todas sus manifestaciones, con progresión de prácticas aberrantes como la pederastia.
La expansión mundial de la llamada “Cultura de la muerte”, con destrucción de los seres más débiles mediante la implantación progresiva de prácticas abortivas, eutanasia, manipulación de genes, etc.
El aumento de esoterismo, magia, brujería, y prácticas análogas.
La progresiva adulteración de los Sacramentos católicos, fundamentalmente la Eucaristía y Reconciliación, tendencia generalizada a la desacralización de los ritos litúrgicos.
Así lo afirma Alberto Caturelli en “Liberalismo y apostasía”: “Aquella ‘mentalidad’ liberal que comprime y condiciona nuestros actos, sea que niegue, sea que ignore, sea que separe el orden natural del sobrenatural… siente horror por la armónica unión y distinción entre lo sacro y lo profano, y que ‘sacraliza’ en el fondo, a lo profano mismo… la ‘globalización’ secularista es la plenitud del liberalismo que viene a sustituir a la autoridad ministerial por una tiranía planetaria. En palabras de San Agustín, es, hoy, una absolutización de la Civitas mundi”.
Como sabemos, el “Año Internacional del Planeta Tierra 2008”, fue un nuevo paso nuevaerista para llevar a la humanidad al cumplimiento de esos objetivos. “Red Conciencia” institución organizadora del “Día de la Tierra”, declaró que tienen como ideario la Carta de la Tierra, el documento expresamente elaborado para sustituir a los Diez Mandamientos, y llegar a ser el nuevo paradigma ético del milenio, como ya lo afirmaba en 1992 uno de sus más prominentes promotores, Mikhail Gorbachov, plan desarrollado progresivamente en cuatro etapas: 1) Cristo sí – Iglesia no. 2) Cristo no – Dios sí. 3) Religión sí – Dios no. 4) Sacro sí – religión no, esta última etapa se desarrolla actualmente, y en la que creencias y prácticas venidas del ocultismo y del paganismo son consideradas “sagradas”.
A propósito de esto último, el término "consagración" deriva del latín "consacrare", que significa hacer sagrado. “En sentido más amplio el término ‘sacro’ significa aquello que pertenece a un orden de cosas reservadas, inviolables, aquello que debe ser objeto de respeto religioso por parte del creyente; y enseguida viene afirmado que "sacro" de manera plena y prioritaria se dice de Dios; de las cosas en cambio, lo decimos por la relación que tienen con Dios, o porque significan, facilitan o efectúan su presencia”.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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