Los ciudadanos asentados en cualquier parte de la ciudad a partir de cierta delimitación del radio urbano se organizan en “Juntas Vecinales” y toman los denominativos propios de los barrios o las villas donde se originan o las zonas de la ciudad. Estas instituciones son reconocidas plenamente en la estructura admitida por el derecho de libre organización y por tanto sus actividades deben ser normadas por estatutos y reglamentos afines a propósitos de los vecinos y sus necesidades sectoriales.
La vigencia de gran cantidad de juntas vecinales obligó a la creación de una Federación de Juntas Vecinales (Fedjuve) que igualmente desenvuelve todas sus actividades bajo normativas reconocidas y dirigidas a la defensa de las juntas vecinales. Hasta ahí un ciclo regular de orden institucional en el que la política tardó en penetrar y cuando lo hizo, distorsionó su fuerza socio-vecinal para convertirse en apéndice de algún partido político.
No podía aislarse del proceso de politización la Federación sectorial e inclusive en el nivel nacional la instancia superior que es una Confederación manejada estrictamente con fines y objetivos partidarios. La contaminación partidista ha socavado los cimientos y los muros de las organizaciones vecinales de base y en la actualidad esas instituciones se han convertido en fábricas de candidatos
Los dirigentes comienzan su carrera política en los barrios, primero haciendo reclamos y gestionando soluciones a los múltiples problemas que existen en cada zona del sector marginal, las prácticas de oradores, legisladores o futuros fiscalizadores se produce en las juntas vecinales directamente a la política o en algunos casos pasando previamente por la Federación donde se obtienen mayores experiencias y fuerza “social” para ejercer presión ante autoridades y por esa vía perfilarse en el ascenso a cargos públicos o el Parlamento.
Lamentablemente el sentido original de las juntas vecinales para defender los intereses de núcleos familiares se ha distorsionado, al punto que ahora las gestiones y soluciones dependen del color de camiseta que vista el dirigente y sus directivos, comprometiendo implícitamente a los vecinos, así muchos de estos últimos no sean militantes partidistas.
De este hecho, que parece inevitable en el tiempo actual, se desprende una terrible realidad, y es que el progreso de los barrios, de las villas, de las nuevas urbanizaciones dependerá de la influencia política de los dirigentes vecinales, en la base o en la estructura pública o parlamentaria.
Y hay más, resulta que ahora aparecen otros organismos paralelos bajo el rótulo de “coordinadoras de juntas vecinales” y para neutralizar a éstas se organizan “comités de defensa” de las mismas juntas. Una cadena de organismos vecinales que finalmente pierden fuerza en el objetivo de exigir soluciones para miles de vecinos sin favorecer a decenas de dirigentes que aprovechan su coyuntural paso por estas entidades.
Los vecinos responsables de cada barrio deberían tomar la iniciativa de buscar la “despolitización” de los organismos vecinales, para que independientemente puedan ejercer presión frente a cualquier autoridad y en cualquier instancia, pues no responderán a intereses sectarios. Las juntas vecinales no necesitan de políticos para mostrar su fuerza organizativa, pero todo dependerá de su independencia y unidad sectorial.
Fuente: LA PATRIA
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