Los bolivianos nunca hemos renunciado al deseo de retornar a las costas del océano Pacífico. De generaciones pasadas hasta ahora, mantenemos latente esa aspiración.
Viejos, jóvenes y niños de ambos sexos, siempre tenemos ansias de volver al mar, porque desde lo más profundo de nuestro ser, contribuimos a toda gestión que signifique un paso positivo para concretar en realidad ese retorno.
Al presente, el Gobierno nacional, acudió a la Corte Internacional de La Haya, presentando una demanda contra Chile, para obligar al país vecino a atender la demanda marítima boliviana.
Según analistas y entendidos en la materia, la estrategia del Gobierno, sería como una especie de una posición propia de quien o quienes pretenden aprovechar la coyuntura de estar próxima la elección presidencial, y así lograr el apoyo popular para el actual mandatario.
En ese entendido, es preciso actuar con desprendimiento y sensatez, dejando de lado el aspecto político, especialmente si el presidente Sebastián Piñera dice que Chile no le debe nada a Bolivia y la demanda no tiene ningún fundamento, al darse cumplimiento al Tratado de 1904.
La cosa no queda ahí, porque también el Gobierno peruano sostiene que el problema es bilateral, además recuerda que el Presidente Evo Morales, calificó como un despropósito cuando los incaicos acudieron a la Corte Internacional de La Haya, para superar su diferendo marítimo con Chile.
Frente a esas argumentaciones, el pueblo, debe estar convencido de que nuestro problema marítimo, todavía recorrerá mucho camino para llegar al objetivo deseado.
No debemos perder la fe, si recordamos que en el gobierno de José María Achá Valiente, en 1863, se descubrió los grandes yacimientos de guano y salitre en el Litoral.
Naturalmente en esa época ya se establece la importancia que tienen para el país las salitreras, pero en el gobierno de Mariano Melgarejo (1864-1871), se comete el peor error de nuestra historia, cuando el Presidente concede a empresarios extranjeros la explotación de territorio nacional en el Litoral, para firmar, después, tratados con Chile y Brasil, ocasionando pérdidas geográficas posteriormente.
Es bueno recordar que en ese tiempo, sin embargo del desatino melgarejista, no se perdió el afán de consolidar nuestro deseo de seguir la travesía marítima, cuando el presidente Agustín Morales Hernández (1871-1872), funda los puertos de Mejillones, Tocopilla y Antofagasta.
Pero ya en esa ocasión, los chilenos volcaron su mirada a territorio boliviano con el deseo de apropiarse, siendo causante de la Guerra del Pacífico, la promulgación de una Ley por el gobierno de Hilarión Daza Groselle (1876-1879), que fijaba un impuesto de 10 centavos sobre el quintal de salitre.
Pasada la contienda bélica, el presidente Narciso Campero Leyes (1880-1884), celebra el Pacto de Tregua con Chile el 4 de abril de 1884.
Esa actitud, lastimosamente, es corroborada por Gregorio Pacheco (1884-1888), cuando después de construir el ferrocarril Huanchaca – Antofagasta, firma un segundo Pacto de Tregua con Chile.
Como se podrá advertir, los gobiernos de ese entonces ya dieron pasos algo contraproducentes que favorecieron a Chile en todos sus aspectos, llegando el año 1895, cuando el presidente Mariano Baptista Caserta (1892-1896), firma el Tratado en el que se reconoce al país transandino sobre el territorio perdido, esperando como retribución que Chile entregara a Bolivia, un puerto en el Pacífico, cosa que no se cumplió.
Ya en el siglo XX, otra vez, nuestros gobernantes cometen errores, siendo lapidario el día 20 de octubre de 1904, cuando el presidente Ismael Montes Gamboa (1904-1909), firma el Tratado de Paz con Chile, despojándonos del departamento de Litoral.
Desde esa fecha, vivimos un viacrucis interminable, si tomamos en cuenta que el sucesor de Ismael Montes, el Dr. Eliodoro Villazón (1909-1913), definió las fronteras con el Brasil, Perú, Argentina, Chile y Paraguay.
La crítica situación para recuperar el mar, se pone más seria, porque en el segundo gobierno del Dr. Víctor Paz Estenssoro (1960-1964), se rompe relaciones con Chile por desvío de las aguas del río Lauca, otra muestra de la ambición mapochina por quedarse con lo nuestro.
Ya en el gobierno del Gral. Hugo Banzer Suárez, durante su primer período se hace un intento, al firmar el acuerdo de Charaña con Augusto Pinochet, el mismo que fracasa porque Chile deja establecido que la defensa de su territorio y Costa Marítima es una Política de Estado.
Pese a ello, los cancilleres sudamericanos reunidos en La Paz, a fines de octubre de 1979, firman un documento donde la Novena Asamblea de la Organización de Estados Americanos, pide la solución del problema, atendiendo la demanda marítima boliviana.
Desgraciadamente ese empeño cae en saco roto, porque la victoria diplomática lograda en el Gobierno del Dr. Walter Guevara Arze, queda trunca a consecuencia de un golpe de Estado.
De esa fecha al presente, muchas han sido las gestiones realizadas sin lograr el efecto deseado, porque, al parecer, han privilegiado posiciones personales o de grupo, para obtener réditos electorales favorables, que los encumbren a la Presidencia de la República.
La anterior relación histórica del problema marítimo que me permito desglosar en este artículo, es algo para poner las cosas en su lugar, pidiendo al gobierno de Dn. Evo Morales, actuar con total responsabilidad, tomando al toro por las astas, dejando de lado todo aquello que signifique garantizar su posible reelección presidencial, algo que todavía es discutible, porque la ciudadanía está cansada del manoseo político.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.