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Domingo 12 de mayo de 2013

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Cultural El Duende

El poder y el deseo

12 may 2013

Fuente: LA PATRIA

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Si hubiera que definir con una palabra la novela Frente a un hombre armado, de Mauricio Wacquez, ella sería revelación. Claro que se trata de una revelación bastante tardía, pues la obra se publicó antes en 1981, en Barcelona, pero, como consuelo, eso ocurre muchas veces con los mejores libros, aquellos que nos logran intranquilizar y en definitiva nos enriquecen, porque nos hacen preguntarnos sobre lo que queremos, nos dicen cómo obtenerlo y se atreven a bucear en los problemas que nos mantienen despiertos durante la noche, impidiéndonos dormir. En ese sentido, Wacquez no tiene pares entre los autores chilenos de su época, tanto por la brillantez de sus intuiciones literarias y la belleza de su prosa, que a veces simplemente corta el aliento, como por la lucidez y la sutileza de sus meditaciones estéticas. Al leer Frente a un hombre armado es preciso buscar en otras tradiciones, sobre todo la francesa de Proust, Gide o Céline, para encontrar paralelos dignos y aproximados.

O bien pueden establecerse legítimas comparaciones con otros clásicos latinoamericanos, publicados mucho antes, aunque unidos a Frente a un hombre armado porque su tema central es la homosexualidad. Ellos son Gran sertón: veredas, de João Guimarães Rosa y Paradiso, de José Lezama Lima. Pero el parecido llega hasta ahí, o sea, hasta la calidad suprema de esos títulos, ante los cuales Wacquez mantiene el rango y también porque esa palabreja, inventada a fines del siglo XIX para clasificar a quienes aman a las personas de su mismo sexo, jamás se menciona en ninguna página del brasileño o el cubano. Las disimilitudes, por cierto, son enormes. En Gran sertón… los amores del yagunzo Riobaldo y su compañero de correrías Diadorín se dan en el contexto épico de las aventuras de bandidos y en la recreación de una lengua oral, en tanto Paradiso tiene como héroe a José Cemí, un adolescente embrujado por el denso barroquismo del clima, el paisaje, la lírica del trópico.

Frente a un hombre armado, es la biografía, real e imaginada, sin transición entre una u otra vivencia, de Jean de Warni o Juan Guarní, de su sirviente y enamorado Alexandre, de sus padres Jeanne y León y de su preceptor M. Albert. Estamos, de modo vago, en 1847, hacia las postrimerías del reinado de Luis Felipe en Francia, en los bosques de Perier, rememorados por el héroe al desembarcar en el puerto de La Rochelle, aún cuando también pasamos, sin solución de continuidad, a las guerras de pacificación contra los indígenas del sur de Chile, retrocedemos al siglo XVIII o damos un salto a los años actuales. Wacquez se mueve, en forma caleidoscópica, de una situación a otra, relatándonos cómo un individuo establece gloriosamente su diferencia, cómo enfrenta la vida, cómo emprende un viaje interior en el cual el retorno es imposible.

El desarrollo espiritual que tiene lugar en Frente a un hombre armado carece de explicación lógica y no está determinado por la doctrina, sino por lo que podría llamarse una orientación superior, quizá de orden ético. Se hace difícil dejar de inferir que este hombre, en su cotidiana lucha contra la soledad, este hombre que dio la espalda a todas la cosas más falsas y a los ídolos del materialismo, no sea el propio Wacquez, aprendiendo, con anticipación, a enfrentar su propia muerte: Frente a este hombre, armado con nuestra propia muerte, siempre he preferido dar un salto fuera del espejo. Y esta crónica no es sino el testimonio del azar que podía hacerme volver desde ese mundo de reflejos inabordables a los límpidos contornos de los objetos diarios.

Las narraciones de Wacquez, desde Toda la luz del mediodía, editada por Zig-Zag en Santiago en 1967, cuando aún vivía en Chile y daba clases en el Pedagógico, hasta la póstuma Trilogía de la oscuridad, de la que conocemos Epifanía de una sombra, aparecida el día de su fallecimiento, poseen una dimensión subjetiva y otra de carácter político, menos explícita, aunque siempre presente en la crítica y el rechazo al orden burgués, presidido por la familia. En Frente a un hombre armado los padres y parientes del protagonista se han abandonado sin reservas a la pura explotación capitalista, a subyugar a los demás, en un ejercicio de autoridad extendido hasta el presente.

Como sea, este relato plantea claramente la concentración de poder como objetivo básico de ese grupo social: La transacción exitosa causaba un cambio en el mundo y por eso el que la llevaba a cabo merecía una porción de ser mayor que la que le correspondía a los demás. La misión del hombre no era otra que la de acumular ser, poder, que le permitiera defender una identidad incuestionable. El tener y el ser eran lo mismo…. Lo único que subvierte, conmociona y puede llegar a destruir este orden es el deseo. Su realización, por sí sola, altera la dominación y cambia las reglas del juego entre padres e hijos, amos y sirvientes, propietarios y desposeídos. El deseo, sin embargo, puede ser directo, limpio o torcido, perverso, y Wacquez sabe muy bien describirlo, en muchas de sus facetas, a lo largo de Frente a un hombre armado.

Como sucede en todos los textos del autor, cuyos temas siempre abordan la obsesión y el desgarramiento íntimo producido por ella, en un estilo hipnótico, la trama de Frente a un hombre armado funciona en la intersección de lo público y lo privado. Nadie se libra de su pasado y ningún país está ajeno al abuso de sus semejantes. En la narración, los encuentros entre personas son ejemplos de la contribución de Wacquez al arte de la ficción, ya que una posición, un movimiento, una configuración de cuerpos hacen emerger la verdad de modo mucho más desnudo y palpable que decenas de páginas con análisis psicológicos. En el profundo desasosiego de quien cuenta y elabora la historia, asaltando bruscamente de la tercera a la primera persona, y también en el de quienes le acompañan, no hay salida y, Frente a un hombre armado termina siendo una de las creaciones más claustrofóbicas de nuestra literatura (mucho más, por ejemplo, que todos los volúmenes de Donoso).

Frente a un hombre armado no es perfecta como obra de técnica prosística y por momentos se torna confusa, implausible, difícil de proseguir. Pero los esfuerzos que pueda requerir valen la pena, en tanto la odisea individual y artística de Mauricio Wacquez se tradujo en esta obra mayor de nuestra narrativa.

Camilo Marks. Chile, 1946.

Escritor, periodista y abogado

Fuente: LA PATRIA
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