Si hay algo que no se puede negar y su efecto tiene una connotación particular en las clases sociales del país, es la vigencia de una crisis laboral que afecta a hombres y mujeres de todas las edades, pero tiene cierta prevalencia en un sector que es el más nuevo en incorporarse al mercado laboral y corresponde a los jóvenes profesionales.
El hecho es resultado de una mala orientación vocacional en tiempo adecuado y la carencia de planes renovados especialmente en las universidades públicas donde no se han actualizado los programas, para ofrecer carreras que a su conclusión abran suficiente espacio para recibir a los nuevos contingentes de profesionales preparados para desarrollar sus conocimientos y aportar con su trabajo al desarrollo regional y nacional.
El ideal de la gente que entra en el ciclo ineludible de trabajar para vivir, o como dicen algunos para sobrevivir, tiene metas especiales que no son otras que las más elementales, es decir, tener un trabajo digno con un salario justo, lo demás llega por añadidura en base a factores humanos de responsabilidad, habilidad, consecuencia, decisión y entereza.
Pero no todo es cuestión de ideales superiores, la otra parte de la realidad laboral en el país es que existe un déficit de empleo y de manera especial en ciertos rubros, como el caso local por ejemplo en que faltan más técnicos, ingenieros de minas y metalurgistas, pero que accedan a ese tipo de empleos en condiciones favorables de modo que no exista la tentación de migrar al exterior y especialmente a países vecinos donde se aprecia la capacidad de nuestra gente.
El sistema productivo alternativo sea en la agropecuaria, la ganadería, la artesanía o el turismo tiene aún ciertas limitaciones que restringen la tentación de prestar servicios en esos campos, en tanto que una mayoría de profesionales pugnan por lograr espacio en un saturado mercado de doctores de diversa índole que finalmente pasan a engrosar las filas de la informalidad.
Esa es la situación laboral del presente, además con un contingente activo que cubre las necesidades del sistema productivo restringido sin mayores opciones para ubicar a los nuevos trabajadores en un medio de por sí limitado a sólo ciertas afinidades que están más próximas al comercio que crece desmesuradamente, pero no garantiza ni el empleo digno, ni el salario justo y menos la perspectiva de sostenibilidad en el tiempo y el espacio.
El país actualmente está atravesando por un periodo de bonanza financiera, con importantes reservas económicas que crecen diariamente y que en algún momento deberían convertirse en recursos que posibiliten la apertura de centros productivos, como factorías que se instalen aprovechando las condiciones del medio y favorezcan a la creación de empleos formales, con opciones de crecimiento y sostenibilidad.
Hablar del trabajo en una fecha como la presente tendría que tener un aliciente particular, es decir la aprobación mínima de políticas que favorezcan la obtención de empleos seguros, aspecto que sólo se dará si se dispone paralelamente de los elementos necesarios para la creación de fuentes de empleo, que saliendo de la informalidad se asienten en pilares más claros y concretos de empleos formales para un grupo social que vive esperanzado en el cambio que dignifique al ciudadano boliviano, dándole la factibilidad de acceder a un trabajo en el que desarrolle sus capacidades y alcance la meta de sostener una familia de verdad.
Fuente: LA PATRIA
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