Una leyenda muy antigua cuenta que; cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido en el Jardín del Edén y por consecuencia de este acto violatorio de la ley divina fueron sacados del paraíso, Dios muy preocupado convocó a una reunión de emergencia a todas las jerarquías espirituales para determinar las medidas que debían tomarse hacia adelante. Dios dijo: “Ahora que Adán y Eva han comido del fruto del árbol de la ciencia del bien y el mal, “¿Dónde esconderemos el Tesoro de la Luz?”. Un Arcángel sugirió: “Ocultemos el Tesoro de la Luz en la estrella más lejana”, pero Dios le Dijo, “No, el hombre es muy curioso y pertinaz, tarde o temprano se dará modos para llegar a la estrella más lejana”. Una Potestad tomó la palabra y dijo: “Escondámoslo en las profundidades más remotas del mar”, pero la respuesta fue la misma: “El hombre se las ingeniará para construir alguna máquina que lo lleve a las profundidades de los mares en busca del tesoro de la luz”. Así, Principados, Tronos, Serafines, Ángeles, etc. iban sugiriendo diferentes lugares en el Universo para esconder el tesoro preciado, pero la respuesta era la misma. Hasta que el más pequeño Querubín del paraíso, con aspecto de niño pero muy sabio dijo: “Escondamos el tesoro de la luz, dentro del mismo hombre. El hombre es muy dado a buscar y escudriñar hacia afuera de sí, pero nunca busca dentro de sí mismo”. Dios estuvo plenamente de acuerdo, así que desde ese momento el tesoro de la luz está oculto dentro del mismo hombre.
El Tesoro de la Luz es la chispa divina en nosotros, la semilla de Dios, nuestra esencia interior, que mora oculta en las profundidades de nuestro universo interior, dándonos vida y siendo el origen y la causa de nuestra existencia, el tesoro más grande que debemos conquistar.
Los antiguos sabios griegos conocían este secreto y uno de sus templos más sagrados, el Templo de Delfos estaba dedicado plenamente al estudio del conocimiento de sí mismo. En el frontispicio de este maravilloso templo estaba inscrita esta frase, cuyo autor es el gran sabio de esa época, Tales de Mileto: “Te advierto, quien quiera que fueres, oh! tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo afuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. Oh! hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses.”
El objetivo más importante de nuestra existencia es el descubrir quienes realmente somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos; descubrir el verdadero sentido de nuestras vidas, la razón principal de nuestro transitar por los caminos de la eternidad. Necesitamos encontrar nuestra verdadera vocación en la vida, nuestro destino, el verdadero y oculto significado de emprender esta maravillosa aventura que se llama vida, este viaje excitante de adquisición de sabiduría, experimentando de instante en instante y en forma directa, lo real, la verdad oculta en cada cosa.
El Maestro Jesús el Cristo nos da la clave: “Buscad la verdad y ella os hará libres.” Encarnemos entonces esa verdad, que está oculta en cada expresión de nuestro Ser.
Realicemos el viaje de aventura más maravilloso, en busca del tesoro de la luz, que está oculto en las profundidades de nuestro propio universo interior. Atrevámonos a emprender la reconquista de nuestro ser, que está esperando para darnos toda su sabiduría universal, todo su amor creador y todo su poder infinito, si logramos ser humildes de corazón, serenos de ánimo y veraces de pensamiento, sentimiento, palabra y acción.
¡Atrevámonos a encontrar el Tesoro de los tesoros en nuestro universo interior; descubrir a nuestro propio SER interior en las profundidades de sí mismo y conoceremos al universo y a los Dioses!
Fuente: LA PATRIA
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