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Domingo 21 de abril de 2013

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Revista Dominical

Yo las conozco

21 abr 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Bernardino Zanella - Siervo de María

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En un tiempo en que la palabra “relativismo” suscita tantas discusiones, podría ser oportuno preguntarnos si tenemos una opción fundamental que defina nuestra vida y motive nuestras decisiones. También no tenerla es una opción.

Leemos en el evangelio de san Juan 10, 27-30:

“Jesús dijo: Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y Yo somos una sola cosa”.

Mientras Jesús se paseaba por el Pórtico de Salomón, durante las fiestas por la consagración del templo de Jerusalén, que había sido renovada en el tiempo de Judas Macabeo, las autoridades religiosas se le acercaron para exigirle una respuesta clara y definitiva: “Si eres tú el Mesías, dínoslo abiertamente”.

Jesús había revelado explícitamente su identidad de Mesías sólo a la mujer de Samaria encontrada en el pozo de Sicar. En general no se había atribuido ese título, pero sus obras lo habían manifestado claramente: “Las obras que yo realizo en nombre de mi Padre, esas son las que me acreditan”. Se ha declarado el Buen Pastor, pero las autoridades no quieren seguirlo. No le han creído porque no son de sus ovejas.

La primera característica propia de sus ovejas, sus discípulos, es escuchar su voz: “Mis ovejas escuchan mi voz”. El pueblo de Israel se había definido como “el pueblo de la escucha”, y todos los días el piadoso judío comenzaba su oración repitiendo las palabras del Deuteronomio: “Escucha, Israel”. Ahora es a Jesús que sus discípulos, sus ovejas, deben escuchar. Su voz es la voz del Padre, él es su Palabra hecha carne.

Se trata de una escucha no simplemente pasiva. Exige confianza y adhesión, que llevan a una profunda intimidad con Jesús: “Yo las conozco”, un conocimiento que es comunión de vida y entrega recíproca, relación exclusiva que transforma en discípulos: “Ellas me siguen”.

El seguimiento de Jesús no es sólo devoción y adoración. Seguir significa fijarse en el que va delante. La imagen del pastor es muy apropiada para la cultura de un tiempo y un lugar en que la presencia del rebaño es familiar. Las ovejas no encuentran el camino si alguien las empuja. Hace falta que el pastor se ponga delante, y ellas lo siguen. Jesús abre caminos de solidaridad, justicia, amor, y los discípulos lo siguen realizando la misma entrega de su vida. Como él, podrán gastar o perder su vida física, pero participarán de una vida plena y verdadera, que la muerte no interrumpe o limita: “Yo les doy vida eterna”, la vida que “nace de lo alto”, la vida en el espíritu.

El miedo por la persecución y el martirio que experimentará la comunidad será vencido por la certeza de la vida definitiva: “Ellas no perecerán jamás”. Están en las manos de Jesús, donde encuentran seguridad. También los seguidores de Jesús conocerán, como él, oposición y violencia. La posibilidad de resistir no será simple fruto de su capacidad. Las manos de Jesús les aseguran el amparo necesario. Se enfrentarán con él las fuerzas poderosas del mal, pero no podrán vencerlo: “Nadie las arrebatará de mis manos”. Él es el Buen Pastor, que da su vida por las ovejas.

Es el Padre que ha entregado a Jesús la defensa de sus discípulos, y es el Padre mismo que los protege: “Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre”. La comunión total entre el Padre y el Hijo se manifiesta en el cuidado amoroso de los seguidores de Jesús.

Fuente: LA PATRIA
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