Viernes 19 de abril de 2013
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234.935 votos marcaron la diferencia que dio la victoria al candidato venezolano oficialista Nicolás Maduro, para continuar ejerciendo el poder dejado por el difunto mi comandante Chávez, frente a su adversario Henrique Capriles, que se colocó apenas a 1,5% de distancia.
Dicha victoria, calificada de histórica por el entorno chavista, sólo nos muestra dos facetas claras de la realidad que le está tocando vivir a esa grande, como noble patria venezolana. Primero, que a nombre de una mal llamada democracia, como indicamos en una entrega anterior, se ha manipulado el concepto hasta prostituirlo y vaciarlo de su verdadero significado, de la misma forma que se hizo con los regímenes totalitarios del siglo pasado, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, que sin excepción pretendieron mostrarse ante el mundo como modelo de verdaderas democracias- incluyendo al comunismo - disfrazando su sistema con calificativos de: “Popular” y atribuyendo el alias de “burguesa” a aquella que se alejaba de sus prácticas de despotismo, tiranía y genocidio con sus propios pueblos.
Ese concepto de libertad, como fue idealizado antiguamente y que implicaba la clásica práctica de la democracia, con un ciudadano que la ejercía en forma directa y no precisaba de representantes y/o mediadores para autogobernarse, cambia radicalmente, para convertirse en representativa y encarnarse en aquello que Alexis de Tocqueville llamó “la tiranía de la mayoría” y lo que más tarde Max Weber denominaría: “Cesarismo plebiscitario”. Es entonces cuando el ideal democrático se convierte en el simple acto de introducir una papeleta en la urna para luego de ser sumada, brindar un cheque en blanco al ganador para realizar sus tropelías.