Cuando el filósofo, economista y político alemán Carlos Marx dijo que “la religión es el opio de los pueblos” no se sabía el profundo alcance que tendría su expresión en la historia de la Humanidad. El despojar de su origen divino a la religión fue uno de sus objetivos, el que hoy todavía está vigente. Desde su despertar, la religión fue pasando paulatinamente de expresión de miedos y esperanzas de los individuos en su encuentro con la naturaleza a instrumento de los poderosos para doblegar la lucha de los explotados por mejores condiciones de vida, y la religión musulmana, una de las tres monoteístas, no resulta diferente y al contrario mucho peor.
La religión musulmana nació con Mahoma, el supuesto elegido de Dios, en el año 570 d.c. en un contexto de debilitamiento progresivo de los imperios bizantino y persa con la configuración de nuevos escenarios globales, donde los árabes, un grupo étnico disperso de Asia, eran politeístas y supersticiosos que adoraban a ídolos especialmente en La Meca, un próspero centro caravanero y lugar de peregrinación. Cuando tenía 25 años se casó con Jadicha con la que convivió 24 años hasta la muerte de esta última. Después tuvo hasta 11 esposas y dos concubinas, quizás más.
El Corán es el libro sagrado del islam, que según los musulmanes contiene la palabra de Dios (Alá), transmitida a Mahoma, quien se considera que la recibió por medio del arcángel Gabriel, en una suerte de mediación simbólica, similar a la de otras religiones. Durante su vida, las "revelaciones" eran transmitidas oralmente o escritas en hojas de palmeras, trozos de cuero o huesos, etc. A la muerte del profeta, en 632, sus seguidores comenzaron a reunirlas y durante el Califato de Utman ibn Affan tomaron la forma que hoy conocemos, 114 capítulos, cada uno dividido en versículos. Si el profeta que empezó a articular el Islam realmente recibió revelaciones mediatizadas es un tema muy polémico que de ninguna manera ha podido pasar por el tamiz de la ciencia y no dejan de ser sueños individuales u objetivos políticos de una persona quizás muy inteligente, pero más que nada astuta, que aprovechó la oportunidad para inscribirse con letras doradas en la historia de una considerable parte del mundo antiguo y moderno.
¿Pero quién era realmente Mahoma, muy a pesar de la idolatración que le tienen muchos fanáticos y de su aura de gran profeta depositario de la palabra de Dios? Asesinó a muchos, fue un polígamo y poseyó esclavos. Despreciaba a las mujeres como poco inteligentes (Hadith 3:826; 2:541) y que se podían hipotecar.
El origen del Corán ha generado mucha controversia porque los especialistas islámicos asumen que el Corán es un texto incorrupto y divino, mientras que los especialistas laicos lo ven como un texto humano semejante a cualquier otro. Se puede argumentar plausiblemente que el libro es el producto de la edición imperfecta y morosa de materiales provenientes de una pluralidad de tradiciones. Estrictamente, a partir del análisis de los hechos históricos, se ve que Mahoma propuso un contenido del Corán a través de sus precarios escritos y, más probablemente, a partir de lo que pudieron captar sus seguidores en sus frecuentes encuentros con su palabra y acciones, muchas de ellas extremadamente violentas, lo que lo convierte más en un político y militar que en un profeta.
Lo que está inserto en la “Biblia” de los musulmanes es una expresión ya no original, ya que la supuesta palabra divina, aún aceptando que haya sido descrita fielmente por Mahoma, fue cotidianamente modificada por los sucesores del “profeta” y, peor aún, derivó en la práctica en un texto muerto de carácter dogmático que encubre los peores sentimientos de una considerable cantidad de musulmanes, los que a título de pureza han convertido a las instituciones del Islam en instrumentos del poder de círculos minoritarios que utilizan el Corán en su propio beneficio y designios totalitarios, además de arma fundamentalista contra otras religiones y formas de pensar ateas.
(*) Politólogo
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