Sábado 13 de abril de 2013
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La primera lectura de contar con un teleférico que una a las ciudades de La Paz y El Alto parece alegre y prometedora. Un sistema moderno, rápido, que se acomoda a una topografía entre una meseta y un profundo valle, la “hollada”.
Sin embargo, desde el principio el proyecto, reciclado de la idea inicial del alcalde neoliberal Ronald MacLean, presentó vicios que podrían afectar su funcionamiento correcto y sus potencialidades para solucionar o, al menos, mejorar el deficiente modelo actual de transporte “mini” para dos ciudades que bordean los dos millones de habitantes. Como se conoce, miles de alteños trabajan en La Paz.
El anuncio presidencial para construir el teleférico sorprendió. No fue casual que saliese cuando la alcaldía paceña comenzaba a cumplir su promesa electoral de transformar el tráfico paceño con diferentes normas y acciones, incluyendo buses modernos. Se dijo que un conocido asesor en Palacio conocía el proyecto cuando trabajaba en otro lugar y aprovechó la circunstancia pre electoral para presentarlo.
Aún con esa superposición de niveles estatales, la otra sorpresa fue la adjudicación directa a una empresa transnacional, aún cuando ésta tiene buenos antecedentes técnicos. ¿Por qué el gobierno insiste en emprender los grandes proyectos y sus mayores compras por la vía directa?