La nueva “currícula” de la educación inicial, primaria y secundaria, está mostrando algunas observaciones que los propios docentes han hecho conocer, dada su responsabilidad, sin que se hubieran logrado respuestas de orden pedagógico por parte de las autoridades correspondientes, tales como el de la nueva evaluación, que tiene que ver con el resultado de la enseñanza-aprendizaje.
Sin embargo de aquello, lastimosamente no se ha incidido en temas de educación cívica que, en cualquier país, son importantes, tal como lo pretendemos demostrar en esta nota, apartándonos del análisis político, económico, pero incidiendo fundamentalmente en el área de lo moral y lo jurídico que, en nuestro concepto, son tan importantes para la formación del futuro ciudadano.
Ahora bien; tratándose de civismo y de educación jurídica, no es del todo inoportuno volver sobre una diferencia que estimamos necesaria no ya en punto a la terminología, sino a la substancia de las instituciones.
Todos tenemos una idea más o menos desarrollada y certera, de la diferencia que existe entre la Nación y el Estado. Cualquiera sabe que el Estado es el poder público organizado para mantener el imperio del derecho y que él es el depositario y el ejecutor de las coacción, mientras que la Nación es otra cosa; que es una unidad más o menos coherente de orden espiritual, porque quienes la componen tienen ideales, aspiraciones y creencias comunes, y que el pueblo de una Nación tiene caracteres psíquicos y somáticos, raciales también comunes.
El concepto de Patria, que a veces se asimila al de Nación no es, desde luego, idéntico al de ésta, ni siquiera está subsumido en el de ella; ambos denotan cierta unidad de intereses y de sentimientos. Pero la palabra Patria expresa la idea de una unidad moral; de sentimientos fraternales, de ideal común y de conciencia histórica también común. El sentimiento de la Patria nos une a todos los que pensamos y obramos movidos por un amor puro y un sentido heroico de nuestro deber para con esa unidad que es el hogar común.
Cuando hablamos de nación damos cabida a todo lo pasado y lo actual, lo que ha concurrido a su historia, a su diferenciación étnica, geográfica, a su tradición; pero cuando hablamos de Patria solamente concluimos en ella lo que en el orden espiritual y físico vive en nosotros como fuerte amor y conciencia de un deber superior, comprensivo de otros deberes morales, más que jurídicos.
En la idea de Patria no caben elementos negativos o incoherentes; todo en ella es unidad de comunidad moral; en la Nación puede haberlos siquiera para aislarlos o excluirlos.
El sentimiento de Patria nos emociona; la idea de Nación nos obliga a pensar con un sentido político superior. La de Estado nos da solamente la de una representación jurídica organizada para fines jurídicos y también sociales, según la índole política del Estado. Por eso aun cuando se trate de los fines esenciales del Estado, como el de la defensa nacional, el de la cultura pública, el de la acción social en el orden económico, en los servicios públicos, siempre es lo jurídico lo que domina, en razón de que el Estado se propone la realización o concreción positiva - según un régimen de derecho - , de esos fines.
Para concluir este sumarísimo análisis de educación cívica, señalamos que: “Cuando el esfuerzo de un gobierno o de varios se dirige a la afirmación de la Conciencia Nacional, ese gobierno es constructor de la Patria”.
(El ejercicio del poder corrompe y su sometimiento degrada)
(*) Periodista y abogado constitucionalista
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