Actualmente, las Áreas Protegidas en la cual se hallan los Parques Nacionales se han convertido en los “Sitios Sagrados” de la mujer y del hombre contemporáneo.
Desde siempre las comunidades han destinado espacios de sus territorios para diferentes actividades, esto está debidamente documentado por los investigadores y es señalado constantemente por diversos antropólogos y estudiosos del tema. Desde siempre, las poblaciones originarias, sabían perfectamente zonificar sus espacios de vida, los cuales estaban destinados a la caza, a la pesca, o a actividades agrícolas, pero también destinaban terrenos a sitios ceremoniales, considerados “espacios sagrados”, tanto en las tierras altas como en las poblaciones amazónicas. De igual manera, dejaban otros lugares que no intervenían para nada, sean estos pampas, valles o bosques. Estos territorios quedaban sin intervención y no les daban un uso especifico, simplemente los tenían como reservas de sus espacios. Sostenía que esa práctica la realizaban por temor a ser castigados, mantenían reservas ante catástrofes naturales que podían llegar o simplemente lo hacían para agradar a sus “dioses”, lo cuales también merecían tener un espacio en la tierra.
Sabiamente la humanidad durante sus diferentes períodos de transformación fue adaptándose al medio ante el crecimiento de sus poblaciones y fue ordenando el territorio respetando ciertos espacios o reservas naturales donde habitaban. Bajo ésta perspectiva, los diversos pueblos desarrollaron sus actividades y casi siempre primó el principio de dejar espacios “inhabitados” en sus dominios. Tal cual, hoy venimos haciendo a nivel nacional, regional y municipal con la implementación de Áreas Protegidas. Lo mismo sucede en pueblos y ciudades, donde plazas, prados y parques cumplen las funciones de recreación, oxigenación, belleza estética, paisajismo ornamental y otras.
Por otra parte, los Parques Nacionales y las Áreas Protegidas no solamente son destinos turísticos, monumentos con escenarios bellísimos, montañas nevadas y caídas de agua pura. Son también inmensos bosques que albergan una importante biodiversidad, como es el caso de los bosques nublados o bosques lluviosos. En este caso, ellos también albergan especies de flora y de fauna que en la mayoría de los casos, son especies únicas que en esos territorios habitan y se desarrollan siendo la garantía para su supervivencia. De igual manera son los lugares específicos para que esas especies habiten y que al ser alterado su entorno corren el peligro de desaparecer como ya sucedió con numerosas especies en muchos lugares.
En los últimos 30 años se ha profundizado la creación tanto de áreas de conservación, como de Parques Nacionales, creándose más de 30.000 áreas protegidas en todas partes del mundo. En nuestro país existen 22 unidades a nivel nacional de diferentes categorías que protegen los diferentes ecosistemas, la biodiversidad y los territorios indígenas, aunque también las hay privadas, muchas de ellas son muy bien aprovechadas con actividades de turismo de aventura como es el caso del Parque Madidi donde se aprecia la fauna amazónica, el Parque Nacional Torotoro con fabulosas cavernas y huellas de dinosaurios, el parque Amboró considerado uno de los sitios más biodiversos, la Reserva Andina Eduardo Abaroa donde encontramos la Laguna Colorada (sitio Ramsar) y una maravillosa población de flamencos, siendo todas ellas un patrimonio importante para conservar la rica diversidad que posee nuestro territorio.
Bajo todos estos contextos las Áreas Protegidas y los Parques Nacionales se convierten para nosotros; las mujeres y los hombres, en verdaderos sitios sagrados y son parte de nuestra alma obligándonos a convertirnos en verdaderos custodios de esos espacios de aquellos que quieren destruirlos bajo el simple slogan de “desarrollo” o el de sentar la “presencia del Estado”, como es el caso del Tipnis, un lugar maravilloso y sagrado, tanto para las poblaciones locales como para las urbanas que conocen y valoran los aportes que esta área nos provee como el oxígeno, agua, riquezas naturales y espirituales.
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