La pobreza, generadora del subdesarrollo, ha sido y es característica del país. Sostener que “vivimos en jauja” o que hemos “superado altos índices de pobreza” es contrario a la realidad que se vive, porque todo lo que debió hacerse nunca se hizo realidad. Todos los gobiernos, desde la fundación de la República en 1825, tuvieron el propósito de administrar debidamente a la nación, conseguir su progreso y evitar los extremos que lastimen al pueblo, por generaciones.
Algunos gobiernos, muy pocos, han hecho algo, avanzaron en la aplicación de medidas que permitan superar estados de postración y nomeimportismo; pero, la creencia, en cada régimen que inicia su período de administración, casi indefectiblemente hubo el criterio: “el régimen anterior no hizo nada, nosotros tenemos que encarar hasta la corrección de lo malo que hicieron” y, en realidad, la mayoría de ellos lo hizo peor y el país fue de fracaso en fracaso.
Lo interesante de todo es que muchos regímenes, parecen imposibilitados de concebir algo novedoso y práctico, han acudido a dar apelativos al tiempo de su gobierno – corto en muchos casos por efectos de los golpes o cuartelazos que se han sucedido a través de los años – como “revolución nacional”, “revolución moral”, “del comportamiento”, de “reconstrucción” y otros calificativos sólo demagógicos y populistas que no tenían contenido ni sentido alguno.
Por supuesto, no faltan quienes creen que, por ejemplo, “la revolución nacional”, iniciada el 9 de abril de 1952 y concluida en noviembre de 1964, habría conseguido “grandes transformaciones que definieron la buena marcha del país” y la verdad es que esa “revolución”, fuera de nacionalizar las minas (que fue un rotundo fracaso y sirvió solamente para dar empleo a los “compañeros del partido”); la Reforma Agraria de 1953 que no fue aplicada en toda su proyección; la reforma educativa de 1955 que tampoco cambió nada y dio lugar a otras reformas que tampoco resultaron positivas; el voto universal que si bien permitió votar a todos los ciudadanos, fue también para “justificar la designación de senadores y diputados plurinominales a dedo” sin intervención del ciudadano mediante el voto.
Y, así, nadie se salva de haber contribuido al estado de postración y mayor pobreza en que se debate el país y que origina más subdesarrollo y dependencia. Por supuesto, el actual régimen, en siete años que anuncia cambios no cambió nada, y sólo encaminó sus pasos por las nacionalizaciones o estatizaciones, el intento de imponer un socialismo de extrema izquierda y, además, suprimió o anuló las garantías para las inversiones y las consecuencias de no hacer gestión administrando debidamente al país quedan en buenas intenciones y propaganda. La verdad es que, hasta ahora, lo único que queda al país es acrecentar sus esperanzas de que en algún momento todos los que tienen poder político, económico o social, tomen conciencia y quieran al país dejando de hacerlo su medio de vida y enriquecimiento y vayan por los caminos de entrega, amor y servicio a un país que dio tanto y recibió tan poco con gobiernos que prometieron mucho y poco o nada hicieron.
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