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Revelando lo esencial de lo malo oculto y destacando lo bueno
09 abr 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
El no estar de acuerdo con la naturaleza, transitar y devenir del llamado “proceso de cambio” que se practica en Bolivia desde enero de 2006, no implica criticar por criticar sin lugar a dudas existenciales, como lo hace la oposición política que no tiene norte y menos todavía sur; es pertinente y sensato, además de claramente racional, destacar firmemente políticas que si bien no explican el todo, por lo menos iluminan un sendero de positividad en las acciones del gobierno de Bolivia. El régimen dirigido por el Movimiento al Socialismo (MAS) tiene muchos defectos ya que llevó al extremo su filosofía del anticolonialismo que descansaba en un etnicismo extremo, hecho que no contribuyó, como debería haber sido, a generar un proceso global pacífico de aceptación y participación del conjunto patriótico de la población boliviana. No obstante, la sensatez puede grabar su pertinencia en el diario vivir de los bolivianos.
Al parecer, las mujeres y hombres pensantes del MAS se han convencido de que la construcción de un país próspero exige mucho más que ideología buena para el discurso, pero inútil en la solución de problemas estructurales. El Presidente Evo Morales y sus colaboradores cometieron errores de fondo, a saber: la política de diálogo con Chile (un país al que Bolivia no le importa en absoluto), el gasolinazo que iba a extender masivamente la miseria económica y social en Bolivia, la elección dirigida de autoridades judiciales, la judicialización de la política y la politización de la justicia, además del debilitamiento del sistema de áreas protegidas, entre otros.
No obstante, se observa una tendencia todavía suave, pero consistente, a asumir más racionalmente los procesos, desterrando prácticas negativas como exacerbar el tema de género en la composición de los poderes públicos, donde debería primar la excelencia de los gestores, independientemente de su condición natural. En esta línea con visión de futuro, lo más positivo, y esto desde el 2006, del gobierno de Evo ha sido el recuperar muchas empresas estratégicas para que sean administradas por el Estado boliviano, inclusive a pesar de las deficiencias gerenciales y el manejo prebendal que las debilita estructuralmente.
Y aquí viene lo más importante: la política de recuperación de la cualidad marítima de Bolivia, aún cuando sea a partir de un corredor aledaño a la frontera con el Perú, solución con la que no coincide el autor de este artículo. Se observa una determinación clara de posicionar el tema en todos los foros internacionales pasando estratégicamente por el tribunal de la Corte Internacional de Justicia radicada en La Haya (Países Bajos de Europa). Evidentemente, a Chile no le agrada verse como país conflictivo y agresor, como un villano que prácticamente desde antes de su nacimiento ambicionó y conquistó con guerras espurias territorios ajenos y por ello se preocupa sustancialmente.
Independientemente del fallo, probablemente de aquí a cinco o seis años, de la Corte de La Haya, lo que interesa es la decisión de hacer honor al mandato de la Constitución que declara taxativamente el derecho de regresar a las costas del Océano Pacífico de manera absolutamente soberana. El cómo es un tema que se debió haber discutido bilateralmente, pero Chile lo único que desea es relegar a Bolivia y sus más caros intereses. Lo importante del tema es asumir la recuperación de territorio y, por ende, del mar adjunto hasta doscientas millas marinas de costa, como una política de estado, o sea que todos los bolivianos, independientemente de deseos o quereres individuales, nos convertimos en un muro de unidad nacional. Y así lo demuestra el Presidente de Bolivia, Evo Morales Ayma, al nombrar al expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario para asumir la calidad de Agente de Bolivia ante la Corte de La Haya a fin de resolver el problema del acceso histórico de Bolivia al mar oceánico.
El Presidente de Bolivia ha tomado una determinación que le brinda la posibilidad de unir al pueblo de Bolivia en el esfuerzo de construcción de un país próspero e independiente. Y la oposición no debe pensar que los logros de este proceso deben ser eliminados a partir de una circunstancial victoria electoral. Al contrario, para entronizarse en el imaginario liberador del pueblo deberá asumir y mejorar como propias las obras de su rival del momento. Bolivia ganará, y mucho, con esto.
(*) Politólogo
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