Con la diversidad de recursos naturales que posee nuestro territorio, no deberíamos estar a la zaga de los índices de crecimiento en el país, y lo decimos con la preocupación que entraña esa situación observada por analistas y alguna que otra autoridad que vive con los pies en la tierra y sabe que si no tomamos decisiones de emergencia, Oruro se convertirá en apenas una más de las estaciones de paso en la ruta de grandes emprendimientos.
No se trata sólo de los recursos, también es importante definir estrategias claramente dirigidas al aprovechamiento de nuestra riqueza dormida, yaciente a flor de tierra en muchos casos y sin embargo con pocas posibilidades de ser parte de la transformación de nuestra economía severamente dependiente de algunos commodities y del centralismo que ejerce el poder central, anquilosando nuestras iniciativas productivas, limitadas sólo a ciertos rubros que son parte de lo que se conoce – entre nosotros – como la economía tradicional.
El rubro más fuerte por su factor económico, la minería, sigue siendo parte de uno o varios proyectos que no se desarrollan por falta de reglas claras que garanticen las inversiones y para rescatar tecnología de punta, en equipos y herramientas, pero fundamentalmente asegurar el trabajo de nuestros profesionales, abriéndoles perspectivas para su desenvolvimiento, para que desarrollen sus iniciativas y para que vivan dignamente de la minería.
El otro rubro que diversifica nuestra economía tropieza con problemas parecidos, excepto que la riqueza natural es posible utilizarla abiertamente aunque el problema negativo sigue siendo la participación de profesionales especializados por ejemplo en agro ganadería, turismo y en artesanía. Inclusive el sistema productivo de la quinua, el grano de oro que revoluciona los mercados externos, requiere en este preciso tiempo de productores emprendedores que pongan en práctica sus ideas y técnicas para mejorar la producción y la industrialización del maravilloso e incomparable grano andino.
No se puede negar la realidad de una economía subterránea que por las limitaciones sociales, especialmente de empleo, emerge con fuerza y se apodera de un comercio que ha tomado carta de ciudadanía y está prácticamente diseminado en toda la ciudad, funcionando bajo el rótulo de “economía informal”, que no tributa o lo hace de manera insignificante, pero que da sustento diario a miles de personas que trabajan en puestos callejeros, de mercado, bazares o galerías que entre otras cosas se nutren de un contrabando avasallador.
Parecería que así como están las cosas no hay riesgo con la situación emergente de salvar la sobrevivencia familiar, sin embargo no es lo más justo, ni lo más atinado, pues haciendo el recuento de las potencialidades que tenemos en Oruro, en materia de recursos naturales, en rubros de diversificación alternativa se hace necesaria una coordinación intersectorial, de modo que se incluyan todos los sectores de la producción, pero con fines específicos de promover un proyecto global, exento de la contaminación política, que funcione bajo la tuición de profesionales decididos a establecer un “nuevo orden de progreso departamental”, y cuya estrategia cumpla el objetivo de liberar a Oruro de toda dependencia y asumir la responsabilidad de utilizar su riqueza natural.
Este es un asunto de potestad regionalista, en la que no puede ni debe haber injerencia política partidaria de ninguna clase, sin embargo absolutamente todas las autoridades y en todos sus niveles deben ser parte del análisis y aprobación de ese nuevo orden de progreso orureñista.
Fuente: LA PATRIA
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