Uso el plural porque la clase media boliviana no es la misma que la sueca (desde donde escribo) pero tampoco es la española ni la estadounidense.
Ser burgués hoy en día no es lo que era desde la Ilustración hasta 1989. Ya a finales del “annus horribilis” en que desaparecen los paradigmas marxistas, las burguesías habían iniciado su camino transformador, y en medida en que ésta mutaba de piel, la pequeña burguesía pasaba a ser clase media que se desarrollaba apretada, atenazada por las dictaduras y las crisis políticas y económicas subsecuentes. Pero había una parte de la vieja burguesía que también se convertía en clase media aunque todavía con las ínfulas del buen vivir. Esto en América latina, porque la clase media europea era todavía la regalona de la sociedad de bienestar, eran años en que era lícito el desclazamiento del proletario, que hizo posible que su familia y la sociedad se conviertan en clase media.
El proletariado también desaparecía o se transformaba; comenzaba a gestarse el “hombre-masa”. Este último hecho es igual en América Latina como en Europa. Probablemente la clase obrera es la víctima más grande del post industrialismo en términos cuantitativos y cualitativos como la fue el campesinado durante el industrialismo.
Los proyectos neoliberales, que comienzan con Reagan y la Thatcher, enseñaron cómo empequeñecer el estado. Son los progenitores del mercado de los servicios, un tipo de trabajo que no engendra la solidaridad, hija legítima del industrialismo. Es el camino que lleva a la pérdida, de la llamada por Marx, “conciencia de clase”. Todo “será más fácil” para el individuo, tendrá “libertad de elección” para la escuela y la sanidad y su salario será producto de su negociación personal, es decir los convenios colectivos del sindicato no tienen razón de existir, “el sindicato morirá de inanición”. Sin mucha dificultad nacía la low cost society. La mundialización de la publicidad hace lo suyo y la virtualización de la felicidad a través de la Red sigue haciendo el resto.
Esto en el terreno superestrural, porque caído el mundo socialista, dejó de ser el capitalismo un mal, además éste se transformó en economía especulativa y creó su propia superestructura que podríamos llamar “conciencia delirante”. El hecho de beber un Martini seco en un crucero por el Mediterráneo, comprado a cuotas por un obrero de la construcción, le produce el delirio de riqueza y por consiguiente su paso de una clase a otra resulta tan irreal como la igualdad virtual de una ciudadanía amorfa, “igualdad” que fue uno de los ingredientes de la revoluciones árabes, hoy en manos de los retrógradas. ¡Qué paradoja! Algo similar acontece en América Latina con el indofascismo.
Los fundamentalistas y los indofascistas tienen en común su intención de “reducirse en los límites en vez de asomarse al mundo”.
Y.. ¿las clases medias?
Para definirlas debemos antes ubicar la cúspide, porque la clase media clásica estaba al medio de la gran burguesía y el gran proletariado. Lo que hoy existe es una burguesía del conocimiento formado por tecnócratas de la cuarta generación cibernética, no me refiero a los usuarios sino a los cerebros que están creando este complejo modelo de desarrollo y producción. Pero encima de esta burguesía está una aristocracia financiera como aliada en las penumbras. Si abajo hay solo una masa de consumidores poco exigentes en términos políticos, la clase media está en la obligación histórica de impedir su desaparición a través de transformarse en un el nuevo sujeto colectivo en base a un par de ideas vitales: El medio ambiente, el feminismo y un mínimo bienestar social.
Hoy las diferentes clases medias, no para ser iguales sino para acercarse aquí y allá, deben buscar la unidad en campos específicos como la defensa del medio ambiente, el feminismo y la igualdad de oportunidades. Tenemos los instrumentos; si rezamos lo hacemos en varios idiomas y si no sabemos de oraciones respetamos la opinión ajena, cultivamos los derechos humanos, creemos en la igualdad y tenemos fe en el conocimiento. Somos inclusivos y anti racistas. Fervientes enemigos de las dictaduras y las autocracias.
Pensemos solo un instante en la hipótesis de la huelga. Si la clase media decide no ir al trabajo un solo día, la aristocracia financiera aprenderá que su reinado puede terminar como en la Francia de Robespierre.
Dejemos de ser esa clase media que cierra los ojos, se aprieta el cinturón y se dicen entre vino y vino, cada vez más ordinario: No te metas.
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