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Domingo 31 de marzo de 2013

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Revista Dominical

Aspectos poco conocidos acerca de la guerra de 1879

31 mar 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Vicente González Aramayo Zuleta

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Se ha escrito mucho acerca de la Guerra que sostuvieron Bolivia, Perú y Chile. Se ha dicho bastante acerca los avances abusivos de Chile sobre el territorio boliviano, con la codicia de una fiera. Nos hemos referido hasta la saciedad cómo Chile desató la contienda hollando el territorio boliviano con la toma de Antofagasta, arriando nuestra enseña, e izando la suya, el fatídico 14 de Febrero, la batalla del Puente del Topáter, sobre el río Loa, en Calama, el 23 de Marzo, cuando Eduardo Avaroa pasó a la inmortalidad con su respuesta a las fuerzas chilenas en el momento en que le intimaron rendición. Y los sucesivos actos de la guerra siguientes, sobre las batallas y otros aspectos reiterativos y tautológicos, y sobre del Tratado del año 1904, el que no quiere Chile revisar alegando que nada existe que no se haya cumplido porque Chile sostiene, además que nada debe, que Bolivia pagó como gastos de la guerra que perdió, con su Litoral, y recibió como compensación 400.000 libras esterlinas y la construcción del ferrocarril Arica-La Paz. En cuanto a que Bolivia hubiera sido obligada a firmar ese Tratado, con revolver en la nuca, por así decirlo, muchos observadores dudan, y Botelho Gozálvez dice que fue un “negocio sorprendente”, dando a entender que no ha sido tan inocente la aceptación del Tratado, por algunos bolivianos que manejaron el caso.

Sin embargo, muy pocos se han detenido a analizar el Tratado de 1866, que es determinante en la tragedia de Bolivia. De este oneroso, y hasta criminal, parte la desgracia de Bolivia. Hemos de ver cómo y por qué, haciendo un poco de historia, recordemos que Bolivia se constituyó como nación independiente con la cantidad de 2.455.000 kilómetros cuadrados. Ahora vivimos sólo sobre 1.080.000 kilómetros cuadrados; como se verá nos despojaron los países hermanos de más de la mitad de nuestro territorio. Perdimos cuatro territorios por tratados, y tres por guerras. Uno de éstos es precisamente la causa de nuestra nostalgia y de nuestro dolor. Es una llaga dolorosa que parece no tener cura.

Pero, veamos ahora cuál fue el origen de nuestra desgracia. En conversaciones de toda índole generalmente, y artículos de prensa, se han tocado tópicos generales de la fatídica contienda que, no obstante poco se ha dicho sobre el Tratado de 1866. El análisis es éste:

La fatalidad hizo que subiera al poder del país en forma de facto Mariano Melgarejo, después de asesinar a Manuel Isidoro Belzu, frente a una morralla efervescente. Melgarejo era físicamente alto, robusto, temperamental, borracho, inmoral y cruel. Todos estos lados de la pirámide que constituían su personalidad, terminaban en una cúspide que resumía al arquetipo del tirano. Además era ignorante y torpe. Nunca se había interesado por la lectura ni alguna forma de instrucción superior. Una verdadera desgracia para el país. Asumiendo el poder, había designado ministro a Mariano Donato Muñoz, abogado, adulador, hipócrita, solapado, también inmoral… total, un legítimo corrompido. Así era el consejero y asesor de Melgarejo. El déspota había ya hecho concesiones a Chile por la explotación de guano y salitre. Capitalistas ingleses y norteamericanos de gran capacidad habían invertido en Chile, de modo que la explotación abarcaba no sólo a la parte boliviana de lo acordado con Chile por concesión de Melgarejo, sino a Bolivia misma. Pero la parte concedida a Chile no fue en calidad de venta, sino en una forma de convenio, para la explotación de las riquezas, pero con beneficio para ambos países, aunque el nuestro llevaba las de perder. Los chilenos vieron en Melgarejo el prototipo del necio, vanidoso, pero también ingenuo en cosas de política internacional. En 1842 Chile dictó una ley en sentido de que se declaraban de -“propiedad nacional las guaneras que existen en las costas del Departamento de Atacama y de las islas e islotes adyacentes” (1). Después dictó la ley de l843 creando la nueva provincia de Copiapó, con el nombre de Provincia de Atacama (2). Éstos ya eran avances de Chile sobre Bolivia. Brissot dice que el ministro chileno Vergara Albano sostenía conversaciones con Donato Muñoz sobre los intereses de ambos países, al pergeñar las bases del futuro tratado. El mismo autor escribe: “Cuando Vergara Albano discutía las bases del tratado con el Ministro Mariano Donato Muñoz, se apartaba frecuentemente de la cuestión de límites para hacerle proposiciones más fundamentales”. Es que Chile quería cosas evidentemente más fundamentales… quería todo. El señor Muñoz en carta escrita en Lima, el 21 de abril de 1879, dice: “Vergara Albano me propuso que Bolivia consienta en desprenderse de toda la zona disputada hasta el Loa y cuando menos hasta Mejillones, inclusive, bajo la formal promesa de que Chile apoyaría a Bolivia del modo más eficaz para la ocupación armada del litoral peruano hasta el Morro de Sama”. Esta proposición me fue hecha reiterativamente por el señor Vergara Albano (sic). Pero el ministro decidió tratar desde la primera conferencia hasta la última sin omitir directamente con General Melgarejo (…) (3). En este asunto – dice Muñoz – debía colaborar el señor Walker Martínez, funcionario chileno. Lo que proponía Chile era en realidad una demarcación de límites y cambio de litorales que había propuesto Vergara Albano y en esto insistió también el ministro chileno Cobarrubias. (4). Todos estos aspectos eran esquemas ya concebidos para la firma del Tratado de 1866- Chile trataba de anotarse ventajas para que éstas constaran en dicho tratado, que debía firmarse a ultranza. Cuando Muñoz juró y rejuró que había sido totalmente cierto que Chile le había hecho esa proposición, tanto Vergara Albano como Cobarrubias no le desmintieron.

Como ya se dijo, la subida de Melgarejo le dio a Chile la mejor oportunidad de tratar Bolivia directamente con él; comenzaron a adularle, lo llamaban “El capitán del Siglo” y no se qué otras cosas más, para hacerle sentir que sus decisiones serían sabias y ventajosas para ambos países. Refiere Brissot que llegaron a La Paz Vergara Albano y el Barón de La Riviere, quien era representante de una empresa comerciante francesa, y pedía la ratificación del contrato de explotación de los guanos que había celebrado con Santa Cruz; esto había alarmado a Vergara Albano, y lo tachó de agente de Napoleón III, que llegó con pretensiones de monarquizar América del Sur, como hicieron con México. Pero cuando el Barón ofreció adelantar 30 millones de francos, entonces, a Albano se le olvidó que fuera un agente de Napoleón III, y resultó más bien bienvenido. Del dinero ofrecido que debía dejar y enterado Melgarejo pidió que en la repartija sea generoso con Bolivia expresando: “… este gobierno se encuentra muy ahogado de fondos, la generosidad será bien recompensada en la cuestión de límites”. Como se ve, en forma velada el déspota ofrecía, como de su hacienda hacer concesiones. A la postre se supo que el Barón no probó ser un inversor y recibiendo más bien 400 mil pesos de Albano dizque para comprar barcos salió a Europa. Y siempre según Brissot, el Barón se burló de ambos, pero –dice- “dejó incrustado a Chile en Mejillones”. (5). Lo cual fue totalmente favorable para ese país, pero muy desfavorable para Bolivia, existiendo desde 1842, ya antecedentes del dominio de Chile sobre este puerto.

Con las ventajas ya en manos del país del Mapocho, se hallaba lista la posibilidad de suscribir el Tratado que será el 10 de Agosto de 1866, sólo faltaba encontrar a Melgarejo en su mejor estado de beodez. Y así fue. Se trataba ahora de concretar los límites en base a las paralelas. Chile quería El litoral boliviano que se extendía hasta el paralelo 27, latitud Sur, de acuerdo con el uti possidetis de la Real Audiencia de Charcas. Pero, inicialmente Chile pretendía abarcar hasta el paralelo 23, sin ningún título. Brissot escribe al respecto: “lo justo era transigir la cuestión determinando como límite el paralelo 25, en vez del 24, porque entonces ambos perdían igualmente dos grados. Fijando en el paralelo 24, Bolivia perdía tres grados y Chile renunciaba pretensiones a un solo grado. Esto no podía llamarse división igual ni equitativa. Bolivia sacrificaría gratuitamente tres grados geográficos de territorio.” (6).

Chile insistía con tozudez implacable hasta el grado 23, con la seguridad de la aprobación del borracho de Melgarejo. En efecto, así lo consiguió todo y de esa manera y con otros caprichos hizo que se suscribiera el terrible, oneroso y hasta criminal Tratado de 1866. Con este documento entregaba a Chile el irresponsable, beodo y corrompido Melgarejo el Departamento de Litoral en bandeja. No sabemos cuánto ganó esta bestia humana en esta operación. ¿Fue acaso por estúpido, por ebrio, o por corrupto? En el Tratado existen los siguientes aspectos desfavorables para Bolivia: el derecho de explotar las riquezas de los paralelos 23 y 24; que Bolivia debía habilitar el puerto de Mejillones, por donde debían hacerse las exportaciones (art 3º); Bolivia administraría, y Chile recibiría las ganancias sin erogar nada; declarar libres los derechos de exportación para Chile, para los productos extraídos de los grados 24 y 25, también para productos naturales (art 4º); que en caso de vender los territorios de franjas boliviana, debía hacérselo sólo a Chile (art. 5º); se le obligaba a Bolivia pagar todos los gastos y perjuicios que se produjeran, incluso los causados por los mismos chilenos (Art. 5o.). Y otras desventajas lacerantes para nuestro país. Vuelvo a Brissot: “Bolivia sufría el peso de una tiranía feroz. Melgarejo vivía en una orgía permanente; no tenía más base que la fuerza de sus batallones. Era juez supremo de vidas y, haciendas, no conocía la gradación de las penas para lo que él consideraba rebeldías contra su autoridad; no tenía otra fórmula que la del patíbulo (…)” (7). Para todo esto le aprobaba y le aconsejaba Mariano Donato Muñoz (8).

Cuando se conoció el tratado, una voz unánime elevó el grito al cielo, pero hubo descuido en el resto de la nación; pareciera que recién reaccionaban sobre lo dañado… Era como llorar sobre la leche derramada, pero existía mucha razón, pues el Tratado de marras había sido suscrito unilateralmente y sin legalización porque Melgarejo, siendo gobierno de facto no tenía congreso que legalice el documento, como se hace hasta en lo simple. Un contrato debe ser sinalagmático, consensual, bilateral, de buena fe y causa justa. En el Tratado de 1866 nada de eso existió. Pidieron a Melgarejo que legalice su gobierno convocando a elecciones, pero se negó, obviamente por temor a perder el poder, alegando simplezas, que sólo pueden brotar de la boca de un ignorante en leyes, pero… ¿y la voz de Muñoz?, quien siendo abogado, ¿tenía cerrada la boca?. Se reunió la Asamblea Constituyente en La Paz, echó a Melgarejo del poder y creó la Misión Bustillo que fue a Chile a pretender revocar semejante Tratado, pero la Misión fracasó, y Bustillo regresó a Bolivia. Todo se hallaba oleado y sacramentado pero con bases falsas e ilegales. Chile se había salido con la suya… lamentablemente.

Para algunos observadores el Tratado de 1866 fue la piedra angular para la guerra. Chile supo hacer las cosas cogiendo a Bolivia por el lado más débil de la cuerda: Melgarejo, y redactó lo que más le convino. Cuando tuvo todo, afiló los colmillos y sacó las garras.

BIBLIOGRAFÍA:

1) ,2) ,3) ,4) ,5) ,6): BRISSOT, Bolivia, ante la Liga de las Naciones.

Ed. González Medina.

7) ,8) ROBERTS BARRAGÁN, HUGO, La gran traición en la Guerra del Pacífico.

Fuente: LA PATRIA
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