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Domingo 31 de marzo de 2013

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Revista Dominical

Está vivo

31 mar 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Bernardino Zanella - Siervo de María

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Según la opinión de algunos sicólogos y analistas, el miedo a la muerte es la motivación profunda que inspira directa o indirectamente todas nuestras actitudes y acciones.

En el mensaje de Jesús, la fuerza inspiradora de todo tendría que ser el servicio y el cuidado de la vida.

Leemos en el evangelio de San Lucas 24, 1-12:

“El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”. Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido”.

El evangelista Lucas pone mucha atención en indicar la presencia de un grupo de mujeres que asisten a la crucifixión de Jesús y a su sepultura. Serán ellas las que tienen la primera experiencia de la resurrección. Los evangelios recuerdan los nombres de algunas de esas mujeres, siempre lideradas por María Magdalena.

Apenas terminado el descanso del sábado, “el primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado”. Es “el primer día de la semana”, como en los orígenes de la creación. Está amaneciendo una nueva creación, aunque las mujeres todavía no se den cuenta. Ellas siguen con el pensamiento fijo en la muerte de Jesús, y llevan perfumes para ungir su cadáver. Para ellas el proyecto de Jesús ha fracasado, y es esa la verdadera muerte. Les queda sólo un gesto de piedad para con el difunto.

La sorpresa de encontrar “removida la piedra del sepulcro”, y no hallar “el cuerpo del Señor Jesús”, no abre todavía su mente a la esperanza: “estaban desconcertadas a causa de esto”.

“Dos hombres con vestiduras deslumbrantes”, como en el día de la transfiguración de Jesús, les dan el anuncio más increíble e inesperado: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.

“Está vivo”: esta certeza se abre camino en el corazón de las mujeres a través del recuerdo de la palabra de Jesús: “recuerden lo que Él les decía”. Están invitadas a recordar la predicación de Jesús, a pasar de nuevo por el corazón la experiencia compartida con Jesús desde la Galilea, sus gestos de misericordia, de sanación, de perdón. Reviven su camino hacia Jerusalén, su enfrentamiento con el sistema religioso, sus últimas enseñanzas: “Los que ejercen el poder dominan al pueblo y se hacen servir; pero entre ustedes no debe ser así; al contrario, el que quiera ser el más grande que se haga el último de todos y el servidor de todos”. La pasión y la muerte de Jesús se revelan con una nueva luz: en su fidelidad al proyecto del Reino, en la entrega de su vida, en su amor hasta el extremo, se ha manifestado la vida verdadera. Su muerte física no ha sido una derrota, sino la victoria de la vida y del amor, como lo había prometido para los demás: “Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.

Jesús “está vivo”: su lugar no es el sepulcro. No hay que buscarlo “entre los muertos”. Ha pasado a la vida definitiva de Dios, exaltado a la derecha del Padre. Había venido para enseñar a la humanidad un camino totalmente opuesto al camino de muerte, de egoísmo y violencia, de injusticia y corrupción, que muchas veces domina el corazón del hombre. Ahora, desde el sepulcro vacío de Jesús, las mujeres están llamadas a una profunda conversión: dejar morir sus sueños de un Mesías poderoso y vencedor y las pretensiones de una religión esclavizante, para descubrir en la cruz de Jesús la revelación del glorioso camino de vida y liberación que él ha abierto para toda la humanidad.

No será fácil transmitir a otros esta certeza. A los apóstoles mismos “les pareció que deliraban y no les creyeron”. Tampoco Pedro, que intenta averiguar los hechos, llega a creer. Será largo el proceso por el cual la certeza de que Jesús “está vivo” cambiará la vida y el corazón de sus discípulos, haciéndolos capaces de seguir su mismo camino. La fe, la perseverancia, el valor de las mujeres, fortalecidas por el espíritu del Resucitado, han hecho posible el milagro.

Fuente: LA PATRIA
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