La Semana Santa significa para los creyentes un espacio de reflexión, más aún ahora con un nuevo Papa que escogió el simbólico nombre de Francisco, el laico que entregó su vida para reformar a la entidad milenaria.
Fecha y nombre que nos invitan a repasar uno de los asuntos que más angustió a Jesús, a Francisco de Asís y a varios de los apóstoles y de los discípulos: la justicia. Si hay algo que distingue a las culturas y crea distancias más largas entre las clases sociales, es el acceso a la justicia.
Al contrario de lo que se repite sin conocer las Sagradas Escrituras, Cristo se preocupó de la justicia en la tierra y fue durísimo contra los doctores que manejaban la ley y contra los hipócritas que pregonaban unas reglas que ellos mismos burlaban. Francisco se agobiaba al contemplar los sucesos contra los pobres en la Italia del medioevo y su discípulo preferido, Antonio de Padua, se encargó de gestionar la liberación de los perseguidos por su condición al margen del poder.
En este 2013, dos siglos después de la Pasión de Jesús y más de un milenio después de la renovación franciscana, los habitantes de este lugar de la tierra, Bolivia, necesitaríamos con urgencia a un Francisco o a un conjunto de sabios honestos que reformen profundamente el podrido Poder Judicial del Estado Plurinacional.
Cada día somos testigos de capítulos aberrantes. Un ejemplo que parecería muy simple. Tribunos paceños han facilitado a una cantina (no un colegio, no un centro deportivo), un bar de los que sobran en La Paz, funcionar con todos los elementos negativos que le rodean.
¡Una nueva afrenta contra la Alcaldía y contra los paceños! Admiten un permiso otorgado por un municipio rural oficialista que ambiciona ocupar predios, después de tener el registro más alto de ingobernabilidad e ineficiencia. ¡Todo para molestar al alcalde Luis Revilla y a la oposición!
En otro extremo, está la desaparición de un fiscal que form(a) parte del entramado judicial de persecución política, con el válido pretexto de planes violentos que un grupo intentó diseminar por el país.
¿Cómo es posible el misterioso caso? En mis variadas lecturas de novelas de misterio y de detectives, nunca conocí una fuga similar. ¿Aparecerá con el cuento de un súbito viaje, como arguyó otra cuestionada autoridad? ¿Dirá que se escondió para proteger a sus familiares, como también explicó otro elemento del mismo esquema persecutorio?
La prensa local no alcanza a interpretar todo lo que sucede en los últimos días. Tampoco hay hilos para seguir la investigación sobre la supuesta red extorsionadora, ahora que toda fuente informativa decidió el pacto del silencio.
¿Cómo saldrá la sociedad boliviana de este agujero negro?.
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