El concepto de “buhardilla” de acuerdo al Diccionario Enciclopédico de la Editorial Santillana es el siguiente: “Piso de una casa inmediatamente debajo del tejado, por lo que suele tener el techo inclinado. Ha montado su estudio en la buhardilla”. ¿Pero, a qué viene este recuerdo?, a que existe un vacío ideológico, y político, profundo que está famelizando a las masas, especialmente a la clase media, y, específicamente, a los intelectuales que la representan.
Las buhardillas eran los lugares mágicos donde se reunían los revolucionarios para reflexionar, crear y producir teorías de cambio y, para, fundamentalmente, conspirar contra el injusto orden establecido, contra el despotismo y la arbitrariedad. En este escenario, los revolucionarios, o agentes de la vida, reflexionaban sobre los problemas de la sociedad y la Revolución con una actividad práctica dirigida a la desestructuración verdadera del sistema podrido e injusto.
La esencia de este asunto no era “el mejunje de ideas”, sino que expresaba la necesidad del imperio de la justicia y la verdad, y, expresamente, de la transformación revolucionaria. La Revolución tiene que mostrar resultados. No se trata sola, y exclusivamente, de llenar vacíos ideológicos, sino de dar a entender a la gente que es un proceso de constante creación y perfeccionamiento de la vida, pero, especialmente, del ser humano como ente y ser del futuro, para alcanzar lo sublime.
Los falsos revolucionarios matan por el poder corrupto pero, los verdaderos lo hacen solamente por lo imprescindible y lo justo. Ahí está el hecho de ajusticiar para revivir, para construir el Nuevo Mundo. El revolucionario debe innovar todo el tiempo, debe recrear la idea de que el proceso revolucionario nace y se desarrolla para lo mejor, Y la dictadura, por más que se proclame de izquierda, es su antípoda, es la manipulación de la idea.
La Revolución es la libertad de pensamiento y acción. Es la cumbre del ser humano independiente. Eso lo dijo Marx en reiteradas ocasiones y lo ratificó luchando y las guerras se acabarán cuando la especie humana se libere plenamente de egoísmos y arbitrariedades.
Ahora, el verdadero revolucionario debe, indefectiblemente, transformar la sociedad, como se propusieron los “revolucionarios profesionales de siglo XIX”, esos oscuros hombres que crearon, y recrearon, un nuevo Mundo, en lugares ocultos y clandestinos, en “buhardillas” que hicieron posible y concreta la vida nueva, la del bien justo, la Revolución y la utopía. Esa debería ser la función fundamental de la Humanidad.
Allí pensaban y reflexionaban sobre la injusticia de la sociedad y sobre los medios de su transformación. En esos lugares pobres, pero a la vez ricos, en la generación de pensamiento revolucionario. En eso radica su riqueza profunda.
Y, ante el totalitarismo masista, y a su expropiación de la palabra y del pensamiento, estamos obligados, a regresar a esos lugares de creación y obra, a “volver a las buhardillas del Siglo XIX para pensar y transformar”.
(*) Politólogo
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