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Domingo 24 de marzo de 2013

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Revista Dominical

¿En retaguardia, cobardemente en una maestranza?

24 mar 2013

Por: Henry Ramírez - Ingeniero Mecánico

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A raíz del conflicto del aeropuerto de Oruro, en el transcurso de los últimos días se ha sugerido insistentemente que Juan Mendoza, no puede ser considerado un héroe porque durante su participación en la Guerra del Chaco estaba muy lejos de las líneas de batalla, un poco más “muy cómodo y cobardemente” en una maestranza.

En el ámbito popular, se afirma con mucha sapiencia: “la ignorancia es atrevida” y a la luz de los hechos recientes, es posible confirmar esta realidad. Con seguridad muchos preguntarán: ¿qué es una maestranza? Respondiendo a la interrogante, concisamente es un centro de trabajo correspondiente al campo de la ingeniería mecánica. Está dotado de máquinas herramientas; esto significa de máquinas que hacen posible fabricar otras máquinas, mediante la elaboración de diferentes elementos de máquinas, para este cometido se aplican esencialmente tornos, cepillos y fresadoras.

En el contexto general, gracias a estos centros de producción fue posible la edificación del mundo moderno, en el cual se desenvuelve la sociedad actual. En otras palabras, la mecánica es la madre del desarrollo, porque de sus diferentes disciplinas emergieron los procesos de industrialización conocidos al presente, especialmente de la industria automovilística; adicionalmente y como valor agregado, se logró el bienestar ahora gozado por las sociedades del primer mundo.

En el contexto militar, su importancia es resaltante. Hace mucho tiempo que las contiendas bélicas dejaron de librarse con piedras y palos. Desde inicios del siglo pasado, las guerras también adoptaron procesos de mecanización; presionadas por las altas demandas de suministros bélicos como alimenticios, ya Napoleón sentenció siglos atrás: “Un ejército marcha sobre su estómago”. Así, emergieron a los cruentos escenarios guerreros tanques y aviones de combate, dotando a los ejércitos de mayor poder de fuego. Entonces las guerras, incluyeron cada vez con mayor énfasis al conocimiento científico, para así asegurar el equipamiento de las tropas destinadas a enfrentar las duras condiciones de las líneas de fuego.

Pero también, la lucha se trasladó a estos vitales centros de producción y mantenimiento de material militar; constituyéndose en este orden en principales blancos militares a fin de eliminar el poder de fuego del enemigo, en su estado primario; es decir, destrozando las posibilidades de mantener sus fuentes de aprovisionamiento. Esto ocurrió por ejemplo, en Alemania cuyos centros de industria pesada fueron sujetos de interminables bombardeos diurnos y nocturnos, a fin de eliminar su capacidad de respuesta. Otro ejemplo importante de mencionarse es el de Nagasaki, objetivo secundario de aquel triste 9 de agosto de 1945, cuando fue lanzada la segunda bomba atómica de la historia humana, desencadenando la rendición del Japón.

En realidad el blanco elegido para esa ocasión fue Kokura, que junto a Tobata y Yahata; conforman ahora a la ciudad de Kitakyushu; porque en ese tiempo y aún al presente, están instaladas importantes industrias pesadas. En la fecha y hora fijadas para el bombardeo, la zona estaba cubierta por nubes bajas y no obstante la tripulación del avión asignado realizó todos los esfuerzos para cumplir con su misión, no logró ubicar el preciso lugar de lanzamiento. Comunicada esta situación a sus superiores, éstos ordenaron dirigirse al segundo blanco: Nagasaki; región en aquel día también cubierta por nubes bajas. Habiendo efectuado varias pasadas sin resultado alguno y decidido el retorno sin cumplir la misión, en un último intento sobrevolaron nuevamente la zona citada y cuando ya estaban enfilando hacia su base, de pronto se abrió un claro entre las nubes visibilizándose una de las chimeneas del complejo industrial allí instalado; produciéndose así el sensible hecho ampliamente conocido. En cuestión de segundos, cayeron muchos “mecánicos” al pie de sus máquinas herramienta, pero lo más triste también muchos inocentes civiles en uno de los actos más dramáticos sufridos por la especie humana.

La contienda del Chaco, se ha librado ya en el tiempo de la guerra mecanizada y por ende, no puede ser alegremente calificado como cobarde quién con sus conocimientos y destrezas, aportó a la defensa del país. Es más, si en la actualidad Bolivia no es capaz de industrializar sus ricos recursos naturales, es difícil imaginar cómo en esos tiempos aquellos sacrificados hombres asignados a la Maestranza de Villa Montes, supieron cumplir con creces y trabajando 24 horas, con los urgentes requerimientos de los campos de batalla; aún carentes de las comodidades, conocimientos y equipamiento propios de la ciencia mecánica, disponibles al presente. Honor y gloria a esa estirpe de dignos y valerosos “mecánicos”.

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