Viernes 22 de marzo de 2013
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El fallecimiento del presidente Hugo Chávez, y la elección histórica de un sacerdote latinoamericano como Su Santidad el Papa Francisco, fueron las dos noticias que desviaron la atención sobre tres peligrosas crisis, aún latentes. Estas son: la guerra civil siria, el programa nuclear de Irán denunciado de tener fines militares y la amenaza de Corea del Norte de desatar una nueva guerra contra su vecina del Sur.
El alzamiento contra el dictador sirio Bashar Al-Assad, que coincidió con la llamada “Primavera Árabe”, ha cobrado ya 70.000 muertos y un millón de refugiados. Pese a la presión internacional para que se arribe a una solución política, no se vislumbra una salida razonable; por el contrario, podría extenderse en la región. La solución, al parecer, será por el desastre: un país agotado, destruido y dividido.
El empeño del gobierno iraní en desarrollar armas atómicas y su declarada intención de hacer desparecer a Israel, único país democrático en el Medio Oriente, fueron las causas para que el Consejo de Seguridad de la ONU le imponga sanciones. La reacción del régimen de los ayatolas fue arrogante: Amenazó con bloquear el estrecho de Ormuz, por el que pasan barcos petroleros que transportan la mayor parte del petróleo que se produce en el área. Esto afectaría intereses vitales y, para varios países, sería intolerable.