En varios círculos de la comunidad boliviana, hay alguna preocupación por un posible aumento del masticado de coca; contrariamente, en la mayor parte de la población, especialmente de las ciudades, existe el criterio de que ha disminuido esa costumbre que, sobre todo, era práctica de campesinos e indígenas.
El caso habría que examinarlo con algún cuidado si se tiene en cuenta que la mayoría de los jóvenes campesinos o indígenas que hacen el servicio militar, una vez cumplido, lo menos que hacen es masticar coca en caso de que antes lo hubiesen hecho. Otro factor: Indígenas y campesinos que han vivido así sea circunstancialmente en algunas de las ciudades, al retornar a las labores agrícolas evitan masticar coca sea porque adquirió otras costumbres o porque simplemente ya no les apetece.
Tanto en el Chapare y otros sitios como Ivirgarzama, la producción de las hojas tiene una característica según los propios campesinos cultivadores: es coca dura y amarga; en cambio, sostienen, la coca de los Yungas paceños es suave y dulce; consecuentemente, “sólo la coca yungueña es aceptada para el masticado y, la otra, es rechazada”.
Es evidente, por otra parte, que la coca sirve para el consumo en mates y es medicinal para varias dolencias por las propiedades analgésicas que tiene y que, innegablemente, disminuye los dolores, especialmente de estómago. Por otra parte, anteriores intentos – décadas de los 60 y 70 – han sido para “industrializar las hojas fabricando pasta dental, dulces, vinos, etc.”; pero, sin mayores resultados porque una vez en los mercados, quienes probaron esos productos, no lo hicieron más; inclusive los propios propugnadores de la fabricación no han gustado de ellos y toda producción – artesanal en esos tiempos – se paralizó.
El tema del masticado sigue en boga y hay incitación al mayor consumo; si se lo hace, posiblemente sea en menor cantidad que antes, especialmente por parte de muchos jóvenes.
El Gobierno insiste en la necesidad del uso de las hojas; pero, hay que reconocer que la mayor parte del país la evita y mucho más la comunidad internacional y la prueba está en que, como dicen las informaciones, “se deja en libertad a Bolivia el uso tradicional, pero se la rechaza como costumbre o política internacional”. Y es así como se aprobó en Viena lo que el Gobierno considera un éxito. De todos modos, hay persistencia para que organizaciones mundiales acepten las hojas de coca – por supuesto antes de su transformación en droga – por sus propiedades medicinales; pero, la pregunta es: ¿Cómo se solucionaría el problema si ocurriese el hecho de su libre venta al mercado mundial para que no sea industrializada como droga alucinógena? La verdad es que, autorizada mundialmente, daría lugar a su transformación.
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