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Domingo 17 de marzo de 2013

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Cultural El Duende

EL MÚSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

El movimiento mágico del baile creativo, sobre el “Otro baile” de Taki Ongoy

17 mar 2013

Fuente: LA PATRIA

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El “deshacerse en elogios” resulta desmedido en la mayoría de las situaciones, o cuando menos, desemboca en una actitud histérica que desluce las reales virtudes de aquello a lo que nos referimos. Sin embargo, ante el fenómeno factico que se apresta despóticamente sobre nuestra experiencia –siempre habida de estímulos y por ello a veces insensible, el “deshacerse en halagos” resulta en la única respuesta legítima de nuestra conciencia. Es una declaración existencial sin concesiones el afirmar que delante mío tengo algo que ha encandilado mis sentidos, y que más allá de lo previsto ha tomado contacto con mi espíritu. Por ello ateniéndonos a una definición algo vaga –pero suficiente para nuestro propósito–, del arte como ente objetivo que se eleva a un rango diferente de nuestra experiencia, bajo la condición de su potencial simbólico que hace suyo el terreno de lo sensible; consecuentemente, podemos afirmar, que ESTO enfrente mío, que implacablemente absorbe mi atención y afecta mis sentidos, es una verdadera obra de arte. No hacen falta justificaciones sumarias.

Esta música de Taki Ongoy, que casi no encuentra parangón en la tradición musical de nuestro país, habla literalmente con los espíritus que aprecian la creatividad, la búsqueda, la experimentación, y por sobre todo, la meticulosa construcción de un discurso artístico auténtico, un aspecto del que carecen muchas músicas bolivianas contemporáneas, que sin culpa asumen un rol reproductivo del “cliché-del cliché”, e incorporan sin reflexión alguna cualquier gesto musical de moda. Este no es el caso en Taki Ongoy, donde uno encontrará el empleo de sonoridades que van del rock a la música electrónica, y por último al folclore, empleadas efectivamente como materiales en una “Instalación” donde la creatividad es la única llamada a otorgar sentido a la disposición final de los elementos, de acuerdo a una honda reflexión de los efectos simbólicos que se pretenden trabajar. Un ejemplo sencillo sería la división nominal del disco en ocho “bailes”, cuando en realidad las composiciones se desarrollan en un tempo cuasi lento, totalmente asincrónico con la noción convencional y esencial de “música bailable”, y de hecho demoliendo toda concepción de “forma musical” en favor de algo más fértil pero impreciso como un espectro; todo esto marca de antemano una atmosfera sorpresiva e inquietante, quizá de “baile” no-baile…, de espacio musical diferenciado –me animaría a decir– de espacio ritual, lo que se complementaría perfectamente con las referencias agudas de las letras a una vida mundana que transita diversas emociones, y que se encuentra anclada –como todos nosotros– en vacilaciones alrededor de nuestra identidad, lo que se refuerza en las alusiones al folclore, y a la participación de Luis Rico (gran Shaman?) en el cierre del ciclo de bailes.

La cabalidad del argumento de Bourriaud hace eco al reflexionar sobre “El otro baile” de Taki Ongoy, donde los materiales sonoros dispuestos a favor de una producción de sentido estético y artístico cobran una forma que “es un rostro que me mira ya que me llama para dialogar con ella”, ya que esta música no se pretende conocida, si mas bien por conocer, y esa es una de sus grandes virtudes.

Gabriel Salinas

Fuente: LA PATRIA
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