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Domingo 17 de marzo de 2013

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Cultural El Duende

Quiosco de Meditación

17 mar 2013

Una cosa bella es un goce eterno...John Keats

En las cercanías de Sucre, en lo que sin duda fue el inmenso y soberbio jardín del palacio de los Príncipes de La Glorieta, a orillas de un lago artificial donde el sweet swan invitaba a la contemplación y el sosiego del espíritu, se alza una pequeña construcción hexagonal de blancas columnas llamada: Quiosco de Meditación.

Una tarde de octubre, refugiado en esta edificación abierta a los horizontes, pura arquitectura verbal sin paredes –mezquino ser de ambiciones desmedidas–, apetezco la lejanía, pero, claro, solo alcanzo a vislumbrar la ínfima mesura permitida por los dioses; los límites adecuados a los hombres.

Columnas marmóreas añorando dóciles cariátides que sostengan este techo –pretendida circunferencia del mundo. Desde este centro quimérico, como si toda contemplación fuese un modo privilegiado de aprendizaje, se busca lo oculto y lo revelado. Falsa tentación el conocimiento, se empecina, no obstante, en las largas horas de la quietud contemplativa. ¿Qué sentido late tras las formas que es dado percibir? ¿Hacia dónde los caminos, las cosas, todo esto?

Preguntas, o equívoca fruición a menudo insulsa. Los avatares que nos gobiernan están más allá de los visibles horizontes y solo queda imaginar dudosas manías para soportar este desamparo –aun cierto.

Aquí lo salvaje, lo indomable, lo oscuro. La fuerza inquebrantable de la vida. Allí, lo reposado, el refinamiento conseguido o imaginado como la más grande conquista. Más allá la mansa faz de la naturaleza domeñada. Al fondo el hombre. Labriegos que se mueven y muestran la realidad de sus cuerpos. Y lo no visto, lo ignorado. La revelación que acecha agazapada ocultando su esencia. Fauces de dulce amenaza.

Miro a los campesinos que regresan de trabajar. Humilde oficio agachar la cabeza para aprender de la tierra, parca maestra de la generosidad. Los caminos para recordar y nombrar; también ofrenda el olvido y el silencio.

En el lado opuesto, los orlados arabescos contra el tiempo, de pie, ante la embestida de bestias feroces, y la sombra de la montaña que se apodera paso a paso de las inútiles pretensiones.

Atardecer (suave brisa que mece las ramas de los árboles con los versos de John Keats). Desde el espejo retrovisor echo una postrera mirada y, antes de desaparecer, el paisaje o yo en el último recodo del camino, las palabras flotan todavía: A thing of beauty is a joy for ever...

Benjamín Chávez

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