Jueves 14 de marzo de 2013

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El Universal de Caracas publicó el pasado viernes 8 de marzo una excelente nota de la periodista venezolana Eleanora Bruzal intitulada “El destino implacable”, en la que cuenta que, a una pregunta de cómo había reaccionado ante la muerte de Hugo Chávez, respondió: “…como debe reaccionar toda persona normal. Por una parte respetando el dolor de familiares y seguidores, y por otra, no cayendo en esa cursi costumbre de ‘lavar’ la historia de los muertos y convertirlos en santos”.
Está visto que esa cursi costumbre de lavar la historia de los muertos y ensalzarlos, ya es parte esencial del breviario del chavismo supérstite. Habrá que recordar que horas antes de que se anuncie el fallecimiento del caudillo, el heredero designado Nicolás Maduro decía: "Chávez es el nuevo libertador del siglo XXI. Está librando una hermosa batalla que él mismo dirige”. Por ello no causó sorpresa un extendido rumor: que los restos de Chávez descansarían junto a los del Libertador Simón Bolívar, recordando que el extinto presidente tuvo el sueño –solo sueño, en verdad– de ser el sucesor del prócer de la independencia de América Hispana. Pero no fue así, se informó que el cadáver de Chávez será embalsamado y que quedará expuesto en una urna de cristal en el futuro Museo de la Revolución, "para que todo el mundo pueda contemplarlo como a Ho-Chi Min, Lenin y como Mao Tse Tung". Continuará así el culto a la personalidad; será el culto degradante que se profesa a los autoritarios.