El tema de los “corredores bioceánicos” cobra inusitado interés en el tiempo actual por las condiciones especiales, facilidades extraordinarias y beneficios comunes que esperan alcanzar los países que se unen a través de esas “venas de vida” que insuflarán la savia necesaria para el crecimiento de una vasta región del continente sudamericano.
Lo que parecía una utopía toma forma y se convierte en una realidad unir, por así decirlo, los dos océanos, el Atlántico en la zona oriental con el Pacífico en la parte occidental del continente, antes de que ambas corrientes de agua se confundan de manera natural mar adentro, allí donde propiamente es imposible pensar en su aprovechamiento físico.
El tráfico comercial obliga a una serie de operaciones largas y costosas para destinar o recibir las materias primas que se obtienen en laboriosas actividades productivas en las dos zonas de influencia de los puertos que se utilizan para el tránsito de esa mercancía que debe llegar a Europa, Asia, Norteamérica u otros destinos, desde los cuales igualmente nos envían los insumos variados que producen las grandes industrias y que saturan nuestros mercados en una amplia región de influencia comercial.
En Oruro estamos pendientes de la conclusión de un tramo caminero en la carretera hacia Pisiga para consolidar parte importante del corredor interoceánico que permitirá conectar por vía terrestre los puertos de Brasil, vía Santa Cruz y territorio orureño en Bolivia y los puertos de Arica o Iquique en Chile, que en la actualidad representa un factor de movimiento económico de mucha importancia para nuestra economía y la de Chile.
Recientemente y a raíz del informe sobre la próxima inauguración oficial del Corredor bioceánico que se origina en Brasil y se extenderá por Bolivia para llegar a Chile, tendrá ahora un variante hacia el Perú, por lo menos eso se definió en un tramo que es objeto de una promoción especial por parte de nuestro gobierno.
Sin embargo, la diplomacia de los países vecinos, caso de Brasil y también de Chile recordaron a nuestro gobierno que el año 2007 en el Palacio Quemado de La Paz se firmó la “Declaración de La Paz”, que establecía la conclusión de una carretera de más de 6 mil kilómetros y que significaba una inversión de 604 millones de dólares para vincular a Brasil con Bolivia y Chile, logrando unir los océanos Atlántico y Pacífico.
A raíz de los problemas que sostienen Bolivia y Chile, que se agravaron con la situación de tres soldados –menos mal– liberados ya en Chile, nuestro Gobierno incrementó la promoción de extender el corredor hacia el Perú, con la idea de utilizar los puertos de Ilo y Matarani, situación técnica y políticamente viable, pero estratégicamente con perjuicio comercial para una parte de los signatarios del acuerdo, el caso nuestro y particularmente Oruro que vería restringido su anhelado proyecto de desarrollo en función de su Puerto Seco y el movimiento económico que se genera en puertos chilenos, especialmente el de Iquique, cuyo alcalde, Jorge Soria ha ofrecido interesantes ventajas a la estrategia marítima boliviana.
Los planes de integración solidaria y amistosa son absolutamente positivos y viables si cumplen los fines de armoniosa convivencia, respeto mutuo y evitan cualquier situación de exclusión interesada. La ruta bioceánica que se abrirá en abril próximo debe ser ejemplo de una pragmática integración regional.
Fuente: LA PATRIA
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