Sábado 09 de marzo de 2013
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Querido amigo: transcribo el manuscrito que te llevará el cartero, afligida por los últimos discursos de tu presidente y del mío, pérfidos caballos troyanos para destrozar nuestros caminos.
A las escenografías legales de tu gobierno, desafían los sainetes del mío. Puedes imaginarte que condecoran a tres soldados porque se extraviaron en medio del páramo que tú y yo alguna vez recorrimos sin fijarnos en los puntos y en las rayas imaginarias. ¿Por qué no ascenderán a los uniformados que se quedaron al otro lado de la banda? Trompetas, banderolas y mixturas los recibieron con carteles como héroes que defendieron el mar. ¿Qué mar? ¿La mar?
Alguna vez te dije: Cuando me detengo y pienso solamente como Lupe, cincuentona, madre de tres hijos, no feminista, no militante partidaria, no oficialista, no afiliada a ningún ismo de la modernidad, no me hace falta el mar, ni me duele, ni lo extraño, ni siquiera lo imagino.
Empiezo a intuir que me carcome una esquizofrenia, entre la patria, la clase de educación cívica y mi piel morena. Me fascina el agua, de mi signo, de mi infancia, de mi río, de mi lluvia- la primera en el recuerdo, la del beso furtivo. Del agua del mar no añoro vida. No siento melancolía.
