Decir “clasemedieros” es un peyorativo de clase media que ayer estaba definida como pequeña burguesía. El marxismo enseñó que la sociedad estaba dividida en clases que, según el texto, era solo dos: El proletariado y la burguesía, luego venía la “capa media” que en el sentido marxista no era una clase por su diversidad de intereses, lo que si había era una pequeña burguesía, una especie de apéndice orgánico de la burguesía, sin embargo ésta podía radicalizarse como históricamente ocurrió, por ejemplo, con el ELN.
Con la desestructuración de la sociedad boliviana, el viejo proletariado minero se redujo a una expresión mínima. Francamente yo no sé si hubo burguesía en el sentido marxista, quizá lo que hubo fue una clase media mercantilista que amamantada por el estado se dividió en dos capas importantes: la que usufructuaba en épocas “revolucionarias” y la que acumulaba ganancias en interregnos “golpistas”. Estos dos segmentos sociales crecieron a la sombra del banzerato y siguieron engordando con la democracia pactada.
Empero creció otra capa media que nació con la revolución del 52, ayer indígena y hoy chola. Para evitar el peyorativo propongo calificarla de capa media indomestiza. Nació movimientista, se sintió traicionada por Paz, se aproximó al compadrismo palenquista y al fernandismo cervecero que tampoco le dieron poder, por eso es que, la capa indomestiza, decidió volcar su mirada al pasado y resolvió acentuar su indigenismo. Los indomestizos (cholos) son el soporte urbano del MAS.
Mi tesis es que el MAS no es un movimiento político indígena sino un movimiento hegemonizado por una capa media emergente que tiene derecho a gobernar, porque Bolivia es también su país; los otros partidos – hoy casi desaparecidos – se sirvieron de ésta capa social pero no le dieron el poder.
Ahora bien, recuperar las palabras es el reto. La Bolivia actual tiene una gran clase media dividida en dos capas: la mestiza que se cree blanca por la simple razón de estar culturalmente más cerca de la cultura europea o estadounidense y la indoméstica que tiene solo una aproximación sesgada a lo occidental porque aún siente el latido indígena como autenticidad primigenia.
La economía de El Alto o de la Cancha es la comprobación de mi tesis, se trata de un capitalismo sui géneris donde confluyen el criterio del mercado y el pensamiento de la comunidad.
¿Proletarios? ¿Dónde están ellos? No lo sé, quizá en la construcción, en la minería aunque esta última tiene la variante cooperativista que los convierte en semi propietarios igual que el campesino poseedor de su minifundio o los cocaleros con propiedad privada y actitudes comunitarias. El indigenismo aymara no puede ser la expresión de la totalidad nacional, es un segmento y como tal respetable pero no hegemónico.
¿Y los quechuas? Supongo que están vendiendo sus mercaderías en la Cancha.
Estas dos capas medias tienen mucho en común. La política actual las ha separado bajo el supuesto de que una de ellas es indígena y la otra contra revolucionaria aunque no haya revolución en el sentido estricto de la palabra. Estas dos capas tienen el común denominador del progreso. No les gustaría la revolución socialista porque aprendieron a tenerle apego a la propiedad privada.
Hay que devolverle el contenido sociológico al concepto clase media a la que se llega a través de un desclazamiento saludable. Nadie debe avergonzarse de ser clase media, es más en manos de ella está el futuro. De esa categoría me ocuparé en el próximo artículo.
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