La polémica acción del presidente chileno, Sebastián Piñera, respecto a tres soldados bolivianos que cruzaron –por error- un límite fronterizo en la amplia frontera boliviano-chilena persiguiendo a un grupo de contrabandistas, de los innumerables que existen en la zona, motivó especial reacción de los gobernantes bolivianos, quienes ahora celebran que se haya impuesto la verdad y otorgado libertad a nuestros compatriotas que bajo bandera, cumplen su servicio militar obligatorio.
La reacción de Piñera con seguridad que no fue de las mejores, resultó visceral, falta de criterio y hasta grosera que lo convirtió de pronto en tirano, que abusó del poder político y ejerció sin limitaciones legales actuando de forma cruel, al instruir la máxima sanción en contra de los tres uniformados que cargando un viejo fusil, “ingresaron armados a la línea de la frontera con Chile”. En otros términos brotó la soberbia y la inmadurez de quien quizá desconoce los términos del Tratado de Paz y Amistad, suscrito entre Chile y Bolivia el 20 de octubre de 1904, en su artículo 6º establece que Chile reconoce a favor de Bolivia y a perpetuidad, el más amplio y libre derecho de tránsito comercial por su territorio y el acceso a los puertos en el Pacífico, sin restricciones.
Esa actitud es reprobable, porque sin meditar el gobernante del Palacio de la Moneda, mostró un abuso de superioridad, de su fuerza y quizá de su poder frente a la actitud humilde, de sorpresa y hasta temor de los tres militares bolivianos que en cumplimiento del deber confiado, resultaron ser víctimas de los propios contrabandistas, quienes los denunciaron ante los carabineros chilenos por haber ingresado al territorio del Mapocho.
La propia oposición chilena criticó la actitud de su presidente, dando a conocer que Piñera “se metió en un zapato chino, se metió en un infierno solito y solo se enredó en un callejón sin salida”, lo que le obligó a recular, luego que los adversarios políticos en Chile calificaron el accionar del mandatario chileno, como “un error político” pidiéndole acelerar los procesos de integración con Bolivia y el Perú, dejando los actos de arrogancia y falta de voluntad, que no permiten construir la patria grande.Bolivia en cambio, actuó con prudencia y hasta le dio una lección a la Administración de Piñera, al efectuar el pasado 13 de febrero la devolución de 257 automotores denunciados como robados en la República de Chile que pretendieron ser nacionalizados en Bolivia, demostrando que nuestro vecino no combate el contrabando ni el robo porque esos vehículos fueron internados por la amplia frontera, donde los militares bolivianos sí ejercen un control permanente de los ilícitos aduaneros.
La realidad es concreta, no hay por dónde perderse, puesto que el propio alcalde de la Ilustre Municipalidad de Iquique, Jorge Soria, solicitó la liberación de los tres dragoneantes bolivianos, afirmando que incluso él se pierde en la extensa frontera, lo que demuestra que la actitud del gobernante de La Moneda no fue correcta y al contrario contribuye a hondar las fricciones entre Chile y Bolivia, después de haberse logrado durante el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, un acuerdo de 13 puntos que tenía entre los principales, la posibilidad de analizar un acceso soberano a las costas del Pacífico para Bolivia.
Ahora las autoridades bolivianas exigen del Gobierno de Chile que cumpla sus compromisos de lucha contra el contrabando, en el marco de los tratados internacionales y convenios bilaterales vigentes con Bolivia, puesto que hasta ahora se ha demostrado que sólo existe una voluntad manifiesta de facilitar el contrabando hacia nuestro país, al extremo que hay vehículos indocumentados que transitan sin ningún inconveniente por la frontera chileno-boliviana, por supuestos pasos no habilitados, así como la mercadería que ingresa por los puestos de control, sin que sea verificada, ejerciendo en cambio una actitud hostil y hasta arbitraria y abusiva en contra de los bolivianos que se dedican al comercio y van a comprar productos al norte chileno.
La economía de la I Región de Tarapacá a donde corresponden los puertos de Iquique y Arica, dependen del comercio boliviano y la población de esa región está consciente que al igual que Antofagasta, si se acaba el comercio de Bolivia con Chile, se agotan los medios de subsistencia para cientos y miles de familias chilenas que además tienen, en una mayoría, origen boliviano, puesto que se quedaron después de la usurpación de nuestro territorio por la cruenta Guerra del Pacífico.
Ahora resta esperar un cambio de timón en la política marítima chilena, para impulsar con Bolivia el pronto establecimiento de los corredores interoceánicos que resultaron ser un elemento innovador en las relaciones entre ambos países, para integrar de manera prospectiva intereses y proyectos que se consideran de futuro desarrollo, a partir del comercio y el transporte internacional, además de desarrollar la suficiente infraestructura en las zonas de los pasos fronterizos entre Chile y Bolivia, como único medio de lucha eficaz contra los ilícitos aduaneros, el narcotráfico y como forma de facilitar las operaciones fronterizas de carga y pasajeros. Ojalá el mandatario de La Moneda, retome la relación con Bolivia a través de una mirada constructiva en el siglo XXI y no se embriague con el poder que ostenta, que al final es siempre efímero y pasajero.
*Periodista
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