Chile, encontró otro escenario para dar rienda suelta a sus expresiones xenófobas. Antes, esas muestras provenían del gobierno, porque el pueblo chileno siempre estuvo al margen; al contrario, la población de ese país trasandino siempre mostró simpatía por los bolivianos que por alguna razón visitaban ese país. Personalmente, los años que pasé en Chile cumpliendo labores profesionales de prensa, en el sur (Temuco) o en Santiago, siempre vi que todo boliviano recibía muestras de cariño y consideración; estaban mentalizados que los problemas, que alguna vez surgían entre nuestros países, eran cuestiones de políticas de Estado, que no reflejaban el sentimiento de la población.
Es por esa razón, que lo sucedido en el Festival “Viña del Mar” 2013, en ocasión de la presentación del grupo boliviano “María Juana”, no dejó de sorprendernos. Pero, ni los gritos de odio acumulado por “el monstruo”, ni los fantasmas que merodeaban en el jurado, menos los abucheos, amedrentaron a “María Juana” que simplemente ignoró esas reacciones propias de mentes febriles. Al “Monstruo” no le quedó sino tragarse su bronca innecesaria, cuando el grupo boliviano se impuso sobre el escenario con solvencia, calidad y una lección de lo que es verdaderamente el folklore. Carente de inventos y tergiversaciones modernistas, que distorsionan lo folklórico.
Es que la actuación del grupo boliviano, mostró gran capacidad interpretativa, y regaló al mundo un espectáculo de lo que es el verdadero folklore: auténtico, vívido, tradicional y de gran colorido; pese, que los organizadores no les permitieron presentar el espectáculo completo.
El Festival de Viña, de ser una fiesta de arte, que viene antecedida de una fama ganada en anteriores versiones, se convirtió en un bochornoso espectáculo protagonizado por lo que ellos llaman “El Monstruo”, que pasó de ser un nombre, para convertirse en una realidad monstruosa de comportamiento irrespetuosamente xenófobo, con exacerbado odio.
En esa casa de los espíritus Viñeros, también los fantasmas que merodeaban en el jurado hicieron de las suyas, logrando que sus miembros, influenciados indirectamente por el público y directamente por los organizadores, cambiaran de actitud y se “esforzaran” por revertir sus votos a favor de aquellos que en la primera noche habían obtenido una baja calificación. Logrando sacar de la competencia a la representación boliviana, siguiendo esa corriente xenófoba.
La competencia de folklore, siempre estuvo pensada en hacer ganadora a la representación chilena, cueste lo que cueste; pero, no siempre para descalificar a quienes merecidamente tenían mejores opciones. Qué se puede esperar, si el 80% de quienes componían el jurado eran chilenos. De seguir por ese camino, el Festival de Viña tiende a desnaturalizarse, no sólo por el trato que, inmerecidamente, recibió la representación boliviana, sino por la pobreza del espectáculo en general. Ningún público que no sea “El Monstruo”, puede aguantar a un artista sin cartel dos horas sobre el escenario, o a humoristas que más que chistes hacían muecas circenses y presentadores condescendientes con un público irrespetuoso. Qué lejos están esos Festivales donde el Sr. Antonio Vodanovic, imponía categoría y respeto en las presentaciones.
Lo más saludable es que Bolivia se olvide de este evento de Viña y no exponga a nuestros artistas, a esas muestras de odio, de trato irrespetuoso y hasta humillante. Al final, ya sabemos quién ganará este festival y todos los otros que vendrán; si aun logra permanecer en cartelera el decaído “Festival de Viña del Mar”.
Por lo menos... esa es mi opinión.
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