Viernes 01 de marzo de 2013
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En una perspectiva realista sobre el futuro de la minería aurífera del país debemos concluir que hay una tarea pendiente del Estado en políticas de exploración, evaluación y aprovechamiento del potencial aurífero del país. Es curioso que un país con una de las cuencas aluvionales auríferas más grandes del continente, con un potencial de oro en roca en el Altiplano, Cordillera Occidental y en el oriente del país en el escudo Precámbrico, no haya podido definir una estructura adecuada para el desarrollo de ese potencial.
Con antecedentes históricos que demuestran la viabilidad de operar los aluviones auríferos del norte (Tipuani, Cangallí, Teoponte, Mapiri, Madre de Dios, etc.) y con un potencial remanente estimado en 30 millones de onzas de oro (algo más de 900 toneladas); la minería aurífera depende en el momento actual de la producción de cooperativas auríferas y de pequeñas operaciones de particulares.
En 2011 según datos del Ministerio de Minería, la producción mina fue de 6.513 kilos de los cuales 4.675 kilos los produjo aquel subsector. En 2012 las cosas no fueron diferentes aunque a juzgar por los datos disponibles a la fecha, se exportó un valor muy superior (26,11 millones de dólares frente a 7,24 millones en 2011, datos del INE) que supondría entre otras cosas un aumento de la producción de oro. Se consolida la supremacía del sector artesanal/informal con menos capacidad financiera y técnica, que genera contaminación por mercurio del ecosistema ribereño y que, según la publicación especializada Mercury Watch de enero del presente, nos coloca entre los países con más emisiones de mercurio por año después de China y Colombia. ¿Debemos seguir así?