No se descarta que un boliviano sea Sumo Pontífice
27 feb 2013
Por: Jorge Lazzo Valera
La estructura de la Iglesia Católica está edificada sobre la humanidad lo que la hace más cercana, más próxima a nosotros que sabemos que está sostenida por el Espíritu Santo, tal como nos hace ver y pone al descubierto el Papa Benedicto XVI al culminar su mandato, tras su abdicación, que deja la decisión de la elección del nuevo Pontífice en manos del Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, como dijo al anunciar su renuncia.
El cardenal Joseph Ratzinger que ejerció Pontificado desde el 19 de abril de 2005 y se convirtió en el Papa número 265 de la historia de la Iglesia y el octavo pontífice que renuncia, muestra la realidad de cómo la Iglesia Católica si está edificada sobre la humanidad y está sostenida por el Espíritu Santo. Ello se refuerza con la fortaleza que mostró el Papa Juan Pablo II, que pese a su debilidad y problemas de salud culminó su pontificado, mientras que en una gran muestra de humildad Benedicto XVI pide perdón por todos sus defectos al dar gracias de corazón a todos quienes acompañaron su trabajo para llevar adelante su pesado ministerio.
Esas muestras de grandeza no son otra cosa que la generosidad que se convierte en una de las virtudes fundamentales del cristiano, de quien con humildad y renunciamiento imita a Cristo y se identifica con Él, convirtiendo esa auténtica generosidad en el amor que se profesa al próximo y no en una simple virtud que nace de un corazón que quiere amar a los demás. El vivo ejemplo de los dos últimos papas motiva una profunda reflexión, porque en medio de la gran espiritualidad que caracterizo a ambos, sale a relucir el lado humano de la persona que llega a ser la máxima autoridad de la Iglesia Católica y simplemente resulta ser el primero entre iguales.
La fortaleza de los hombres seguidores de Cristo, de quienes están en su cotidiano vivir entre la generosidad y la misericordia, entre la generosidad y el amor, que quieren mostrarnos con sus actos el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros, que con renunciamiento y fidelidad a la Iglesia están conscientes que deben esperar una iluminación divina para saber quien estará al mando y servicio de la Iglesia Católica, la mayor fuerza de bautizados en el mundo, saben que Jesucristo se vuelca sobre cada una de nuestras vidas dándonos a cada uno todo lo que necesitamos, todo lo que nos conveniente para nuestro crecimiento espiritual y cual la misión que debemos cumplir.
Así el Papa Benedicto XVI ayer domingo se despidió ante 200.000 personas congregadas en la Plaza de San Pedro, cuando rezó su último Ángelus, afirmando que el Señor le ha llamado a dedicarse todavía más a la oración y a la meditación, lo que hará "de un modo más adecuado a mi edad y fuerzas", puesto que en dos meses cumplirá 86 años, y ahora decidió retirarse a meditar “al monte” (Tabor), asegurando que esto "no significa abandonar la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es porque yo podré continuar sirviendo con las mismas condiciones y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero de un modo más adecuado a mi edad y a mis fuerzas".
El cardenal Ratzinger, muestra esa imagen del buen pastor, al ser el hombre de la misericordia y la compasión, está cercano a su pueblo y servidor de todos, expresando su caridad pastoral que es fuente de su espiritualidad sacerdotal, animando y unificando su vida y su ministerio para mantener y preservar la unidad de la Iglesia Católica, ante los fuertes vientos de cambios que se avizoran y que requieren de una conducción adecuada y del renunciamiento que se debe tener para ser verdaderos apóstoles de Cristo.
Esas cualidades también las tiene nuestro cardenal Julio Terrazas Sandoval que estará presente en el próximo cónclave como único representante de Bolivia junto a otros 18 cardenales latinoamericanos de un total de 118 cardenales que votarán en representación de 48 países, 14 de América del Norte, 62 de Europa, 11 del África, 11 de Asia y uno de Oceanía. La elección se cumplirá de acuerdo a la norma de la Curia Romana y el Código Canónico, dejando abierta la posibilidad para todos y cada uno de los 118 cardenales que puede muy bien convertirse en el sucesor de san Pedro.
El cardenal boliviano Julio Terrazas, fue nombrado en esa alta función pontificia el 26 de febrero de 2001 por el Santo Padre Juan Pablo II, siendo creado como Cardenal Presbítero con la titularidad de la parroquia romana de San Juan Bautista de Rossi, ejerciendo ya 12 años de ese principado de la Iglesia Católica que conmemoró justamente el martes 26 de febrero. En su trabajo pastoral fue Obispo auxiliar de La Paz, Obispo de Oruro, actual Arzobispo de Santa Cruz, ejerció por más de 20 años la presidencia de la Conferencia Episcopal de Bolivia, participó en cinco sínodos episcopales generales en Roma, los sínodos de Laicos, de la Familia, Sínodo de los 25 años del Concilio Vaticano II y los sínodos sobre la economía de las Santa Sede en el Vaticano y de las Américas. Concurrió al Cónclave del Vaticano en abril de 2005 donde fue elegido el Papa Benedicto XVI.
Terrazas es militante de la Iglesia Católica, con demostrada integridad moral y espiritual a toda prueba. Su humildad característica hace que su caridad pastoral sea manifiesta en su auténtica vocación de servicio, con el compromiso de trabajar en la construcción del Reino, aquí y ahora, como él propone al exteriorizar su sentimiento de amor y cariño por los que más sufren por quienes son perseguidos y son los elegidos del Señor. “Somos un pueblo que camina” es el lema con el cual logró establecer las comunidades eclesiales de base, protege a perseguidos y siempre reclamó por quienes son víctimas de injusticias, llegando así a demostrar que el Pueblo de Dios siente la necesidad de tener el acompañamiento de sus pastores que tienen una experiencia de Dios, nutridos de su Palabra, de la Eucaristía y de la oración, para cuidar la vida de quienes esperan la animación espiritual para alcanzar la verdadera comunión para vivir todos como hermanos, convirtiéndose en el “servidor de todos”.
Ojalá la celebración del último Ángelus de su pontificado de Benedicto XVI ilumine los corazones de todos los cristianos para tener la paciencia y generosidad de estar atentos a todo lo que pase en la Iglesia Católica de hoy en adelante y hasta recibir al digno sucesor de san Pedro, cuando en el Vaticano se oiga decir “Habemus Papa”, y entonces el humo blanco sea la señal inequívoca que fue elegido un nuevo pontífice por inspiración divina, dejando la conducción de la Santa Sede a quien represente la mayor vocación de servicio, entrega a la causa del Señor y sobretodo mucha humildad y generosidad.
(*) Periodista
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