Bolivia retornará soberana a las costas del mar Pacífico
23 feb 2013
No somos gobierno de la oligarquía minoritaria, somos el pueblo, me dijo el Presidente de la República de Chile, Salvador Allende, el día jueves 12 de noviembre de 1970, o sea seis días después de haber sido posesionado Primer Mandatario Constitucional. "No le pedimos nada al pueblo trabajador boliviano, queremos solamente reparar el despojo cruel del que ha sido víctima". Salvador Allende el prócer chileno que intentó devolver el mar a Bolivia, y tres años después de haber manifestado esta su disposición fue acribillado a tiros en el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile. El verdugo que trabajó traidoramente en las sombras con Banzer y Kissinger, fue el general Augusto Pinochet, designado días antes por Allende Comandante General del Ejército Chileno.
Durante el largo encierro, desde la Guerra del Pacífico de 1879, el pueblo boliviano nunca perdió la esperanza en la reparación de la injusticia; en la aparición de un ser providencial, el justiciero de Dios. El país trasandino su clase dirigente y dependiente de intereses multinacionales, con preferencia ingleses, ha hecho el papel de inmisericorde cancerbero. Su política de cuando en cuando dura o blanda, astuta o taimada, de acuerdo con las circunstancias, estuvo siempre en función del encierro, la agresión permanente. Aquella nefasta oligarquía, explotadora también del pueblo chileno, ha usufructuado del botín de guerra por triple partida. Guano, salitre y cobre. Nunca una guerra de rapiña, y conquista como la de 1879, había deparado en la historia universal tal ganancia al agresor de un político cínico y jubiloso, Abraham Koenig, ladraba de contento.
En esta trama del encierro me tocó vivir algunos hechos de por sí trascendentales. En el régimen de Mamerto Urriolagoitia (1949-1951), el presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, intentó llevar adelante un plan alevoso. Truman no trató mejor a Bolivia que Hitler a Polonia. Después de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de su condición de leal aliada del bando democrático antinazi y puntual proveedora de materias primas a precios por debajo del mercado mundial (estaño), se la sometió a un estado de tutelaje, fideicomiso de derrotado. La diligencia de Truman consistía en que Chile cedería a Bolivia un callejón de salida al mar (tipo polaco), a cambio del aprovechamiento de las aguas del lago Titicaca por el norte chileno. Otra agresión y van mil. Otro hurto del sistema capitalista. ¡Un callejón polaco!
Como es lógico suponer, el Plan Truman produjo escalofríos en el país y no se dejo esperar la indignación del pensador Franz Tamayo, quien enfatizó en el rechazo del proyecto "Si se tratase de Bolivia, ni una sola gota de un ratón yanqui se derramaría por nosotros", expresó airado. No había olvidado para nada el sainete de Lackawana.
Y terminaba su encendida advertencia: "Dios salve a Bolivia y el Perú".
Aquella altiva defensa de principios, fue un campanazo para la nación boliviana, asorojchada por los cantos de sirena de los grupos de presión de la clase dominante, en especial la burguesa comercial y financiera de importadores y exportadores bolivianos, permanentes rosqueros siempre satisfechos de sus relaciones con Chile que trabajaban contra los intereses del país. Tal el caso del diplomático traidor Alberto Gutiérrez, redactor del Tratado de 1904, espécimen rosquero del drama. Aparecieron vehementes mensajes de intelectuales, abogados, estudiantes, obreros, empleados, en contra. Integrante de una delegación de estudiantes tuve ocasión de estrechar la mano de Franz Tamayo, el Poeta de la Dignidad, y hacerle entrega de un documento de adhesión. El Plan Truman pro chileno de un callejón sin soberanía, canje territorial, quedó desbaratado y las repúblicas de Bolivia, Chile y Perú retornaron a un nuevo tiempo de observación de águila y serpiente hasta que otros hechos de desenfado turbaron nuevamente las relaciones de los tres países andinos. ¡Chile había desviado las aguas del río Lauca y Bolivia! rompió relaciones diplomáticas en el año 1962; pero la influyente y astuta burguesía comercial y financiera boliviana, la rosca oligárquica nunca había sido afectada en sus relaciones comerciales. No. hubo en Bolivia verdadero rompimiento de relaciones comerciales, culturales. Ni consulares. Sólo hubo las farsas de los "rompimientos" de relaciones diplomáticas, y siguió la farándula de la dolce vita. Aquí no ha pesado nada. Las sólidas cadenas mercantiles, de momios y rosqueros, nunca sufrieron menoscabo ni alteración. La dinamita chilena elaborada con materia prima boliviana seguía detonando en nuestras minas nacionalizadas.
En el ínterin histórico, el rompimiento por el Lauca y el restablecimiento de relaciones protagonizado por sangrientos dictadores civiles y militares, aconteció un hecho singular en el país trasandino: la victoria electoral del dirigente socialista Salvador Allende. Invitado por la Sociedad de Escritores Chilenos (SECH), asistí a la trasmisión del mando.
Por zancas y barrancas se insurreccionaron en Bolivia los militares conservadores de tinte fascista en complicidad con el Ministro del Interior contra el presidente general Alfredo Ovando Candia, de centroizquierda, que había nacionalizado junto a su ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz a la empresa norteamericana Gulf Oil Co. Se vio la nación al borde de la guerra civil. En río revuelto ganancia de pescadores, se movía diligente en las sombras un desconocido militar de origen alemán, de notoria baja estatura, exagregado militar en la embajada de Bolivia en Washington, coronel Hugo Banzer, quien expulsado del Colegio Militar de La Paz había realizado estudios en Argentina y Estados Unidos. El general Juan José Torres Gonzales asumió la Presidencia de la República respaldado por barricadas obreras. En las calles las multitudes pedían socialismo, ni más ni menos que en la postguerra del conflicto con Paraguay. Superando los peligros, incluso pasando sobre el cadáver del general Schneider, militar que luchó por un gobierno civil, se llegó a la transmisión del mando presidencial en Santiago de Chile. Se realizó una gran fiesta nacional de regocijo, un acontecimiento inédito en América Latina. Estábamos viviendo la historia de Chile de 1932, la toma del poder político por el coronel Marmaduque Grove, quien proclamó a Chile República Socialista. En 1936 lo haría Bolivia con el coronel David Toro. Marmaduque Grove decretó leyes progresistas como la autonomía universitaria. Duró apenas doce días el régimen socialista de Marmaduque Grove, del 4 al 16 de junio, porque hizo su aparición frente a las costas de Valparaíso la poderosa Armada Real Inglesa, que alteró el curso de la historia decapitando el régimen socialista.
Ahora es la época de Salvador Allende, los tiempos han cambiado. A la Armada Real Inglesa se le han caído los dientes que los tenían muy afilados y el nuevo líder latinoamericano goza de un apoyo y una simpatía internacional pocas veces vista.
Manifestó el presidente que se hallaba dispuesto a iniciar la reparación de agravios, la injusticia centenaria que pesaba sobre Bolivia. Chile tenía un gobierno popular y Bolivia también. "Bolivia retornará soberana a las costas del mar Pacífico". Esta declaración me tomó de sorpresa. Nunca había imaginado, como es lógico suponer, oír de labios de un chileno y nada menos Presidente de la República. No era para menos. A los bolivianos, encerrados en las montañas y educado en el postulado de la reintegración marítima, nos conmueve no solo contemplar playas ajenas y rumorosas sino escuchar palabras solidarias en el mundo. Nada de callejones polacos. Salida soberana al Mar Pacífico. El anhelado y justo retorno al Mar Boliviano, a nuestras raíces marítimas.
Yo solo atiné a recordar lo que había dicho alguna vez sobre este asunto el poeta chileno Vicente Huidobro: "Entre chilenos y bolivianos debe reinar la fraternidad, debe nacer de una vez por todas la verdadera fraternidad humana y dar ese ejemplo al mundo. Ese sería nuestro más alto honor en la historia del hombre..." Mi alma enclaustrada vibraba. Todo mi ser invadido por una intensa emoción.
Por mi parte sugiero al Señor Presidente, canciller, embajadores, diplomáticos, ministros del Poder Legislativo, y FF. AA., concientizar primero a los del Alto Mando y Estado mayor chileno para que ellos decidan entregarnos un puerto de los que fueron nuestros; y el gobierno de Piñera, Moreno, ejecuten y no corran la misma suerte de Salvador Allende.
Ref.: Tomadas del brillante enfoque en el libro de Don Néstor Taboada Terán
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