No es una exageración señalar que en nuestra ciudad existe un desorden institucionalizado debido a que la proliferación de puestos callejeros tiene en cierto modo visto bueno de alguna autoridad municipal, pues se dejó entrever que ese rubro deja buenos ingresos para las arcas comunales, aunque su vigencia sea un contrasentido a la obligación de cuidar el bienestar de los viandantes que requieren seguridad y comodidad en las aceras de la ciudad.
Esas aceras que en otras ciudades del mundo se habilitan para permitir el tránsito de miles de personas, bajo estricto control de autoridades policiales o unidades comunales y que se presentan totalmente aseadas, sin presencia de vendedores y en algunos casos con pequeños espacios verdes y buena cantidad de árboles, son parte de un esquema socio – cultural arquitectónicamente diseñado y por lo mismo preservado con reglas muy concretas.
En nuestro país en muchas ciudades parecería que se desconocen esas regulaciones, pues las aceras siempre tienen problemas por el asentamiento de todo tipo de comerciantes o por el estacionamiento irregular de movilidades, en ciertos casos al colmo de ocupar una movilidad todo el ancho de la acera obligando a los peatones a transitar por las calzadas en competencia con los vehículos.
En proximidades de los mercados prácticamente el cien por ciento de las aceras están ocupadas por centenares de negocios, extendidos de tiendas o almacenes, friales, librerías, bazares y toda suerte de productos que se exponen directamente sobre esos sitios que deben servir a los peatones, los que ahora transitan por la “media calle” poniendo en peligro su integridad física, aspecto sumamente peligroso si además se trata de niños o gente de la tercera edad.
En algunas otras zonas, aunque en menor escala de apropiación indebida de las aceras, funcionan negocios de “llanterías”, donde peligrosamente se utilizan equipos pesados para parchar neumáticos de todo tipo de movilidades, están también los soldadores, los electricistas, lavadores de vehículos, además de los kioscos que ofrecen comida al paso, configurando un verdadero desorden implícitamente autorizado. Esos negocios son un medio de vida, sin lugar a dudas, pero su funcionamiento debería ser normado y regulado respetando el derecho ciudadano como uno especial e ineludible de utilizar las aceras para transitar en la ciudad cómodamente, pero especialmente sin ningún peligro.
La singular situación de nuestro medio social que impele a mucha gente a formar parte del gran comercio informal, por falta de empleo, hace que gane las calles, pague un tipo especial de impuesto por sitio y desarrolle su actividad sin importarle para nada el respeto que merecen las otras personas que se ven perjudicadas seriamente cuando pierden la seguridad de utilizar las aceras por el efecto del caos vigente que propiamente se ha institucionalizado.
Hay que recordar a propietarios de negocios cerca de los mercados, pero además a otros que instalan puestos callejeros que de manera legal, la Alcaldía define una “línea de límites” entre la propiedad privada y la vía pública, por tanto los vecinos que utilizan indebidamente las aceras, que son espacios comunales y no particulares, están vulnerado normas específicas y atentando contra la seguridad ciudadana, lo que debería sancionarse, para evitar de una buena vez el desorden vial institucionalizado por la ilegalidad vecinal y la falta de autoridad municipal.
Fuente: LA PATRIA
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