Aunque este es un hecho ocurrido hace tres semanas, no debe ser soslayado para que sirva su experiencia. El pasado 22 de enero, con motivo de conmemorar su ascenso al gobierno, el Presidente Morales emitió un mensaje a la nación con el que pretendió informar sobre sus labores; pero, la verdad es que la colectividad ha esperado vanamente que, en más de cuatro horas, se diga algo consistente o que interese al pueblo boliviano.
Es lamentable cómo el entorno presidencial no fue capaz de preparar un mensaje sustantivo para que lea el Primer Mandatario; es censurable que se deslicen errores garrafales que lastimaron al propio Presidente, porque con seguridad que mucho de lo dicho lo ha dejado descontento, vacío de lo que él pensaba y quería.
En las fiestas patrias, el 6 de agosto de cada año, se acostumbra desde siempre que el Presidente de la República emita un mensaje-informe a la nación pero mostrando hechos, realidades y comprometiendo un trabajo más coherente que el realizado en su año de gestión gubernamental. Esta vez, se han dicho muchas cosas pero inconsistentes que han mostrado sólo intenciones o pensamientos de lo que se quería hacer.
El país vive esperanzado en que, a más de siete años, pasen los tiempos negativos y el propio Presidente asuma sus deberes y responsabilidades con la mesura, sindéresis y responsabilidad debidos a su alta investidura; no corresponde que sigan los intentos de ganar adeptos sólo mediante la emisión de promesas y la muestra de realizaciones que para el país no han tenido mayor importancia y se haya dejado de lado labores como las inversiones, la producción de riqueza, la creación de empleo y, en una palabra, el desarrollo armónico del país.
El tiempo de siete años transcurrido, ha dejado una estela de buenas intenciones empezando por los anuncios de cambio que no han sido efectivos y, si hubo algo fueron nacionalizaciones de empresas que el propio Presidente ha desestimado y calificado prácticamente como inútiles porque, que se sepa, no han aportado ningún bien al país. Han pasado los intentos de cambio pero sin que cambien posturas, sentimientos y actitudes de quienes tendrían que cambiar y ser cabezas de hechos efectivos que el país requiere para mejorar su calidad de vida, para alcanzar altos índices de desarrollo, para producir y exportar más y, sobre todo, para dejar la dependencia de importaciones hasta de alimentos – que bien podríamos producir nosotros mismos – y cambios que permitan alcanzar a todos los bolivianos no sólo mejores condiciones sino mejor calidad de vida.
Las experiencias sufridas con motivo del mensaje del 22 de enero, es de esperar que sirvan para enmendar formas y modos de informar al país; de otro modo, siempre quedará una sensación de vacíos en una colectividad que espera hechos y realizaciones concretas; que sean motivo de esperanza de mejores días para cambiar estructuras pero sin adentrarse en moldes de extremas izquierdas que bien se sabe han fracasado en todo el mundo y es imposible que tengan éxito en nuestro país.
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