La inauguración, en primera fase, del aeropuerto internacional de Oruro, opacó su brillo por un intempestivo cambio de nombre, obra de las y los asambleístas departamentales al parecer procedieron con un afán premeditado de demostrar servilismo ante la jerarquía estatal.
Muchas ciudadanas y ciudadanos mostraron su contrariedad ante algo que no parece nada lógico, y tal molestia se plasmará en los próximos días en actitudes de rechazo que tendrían que hacer retroceder a la Asamblea si esta muestra un poco, sólo un poco, de sentido de raciocinio y respeto por la historia orureña.
CAMBIOS A RAJATABLA
Vivimos en un contexto político llamado "proceso de cambio". Proceso que, en un primer instante, no puede considerarse negativo para el país. Los cambios son saludables; primero en el lógico y natural avance del tiempo que conlleva en si el desarrollo técnico y tecnológico (Ejemplo: recordemos el nostálgico vinilo ante los actuales CDs y DVDs) y segundo en la práctica de nuevas dimensiones políticas, filosóficas y costumbristas que surgen en el deseo de conseguir mejores días para la humanidad.
Se dice que todo cambio es bueno, pero es bueno cuando hay consenso, cuando la ciudadanía acepta agradecida algo. Pero cambios forzados e ilógicos, basados acaso en intereses políticos o en la simple soberbia y capricho causarán siempre malestar e inconformidad en el pueblo.
CÁNDIDAS EXPLICACIONES
El senador Eugenio Rojas trataba de explicar el cambio de nombre del aeropuerto indicando que se trata de otro aeropuerto. Si el aeródromo hubiese sido construido en otro lugar vaya y pase, pero no fue así. Por tanto esto no es muy convincente, pues los sitios deben respetarse con sus nombres de origen. Seguramente los estadios Capriles de Cochabamba y Bermúdez de Oruro no cambiarían sus nombres aun si fueran derruidos y remodelados en un cien por ciento, como ha ocurrido con varios establecimientos educativos de nuestra ciudad que fueron rehechos por completo y no han cambiado de nombre Es que la historia es para respetarla y aceptarla así como es, con sus luces y sus sombras.
El diputado Marcelo Elío argumentaba las supuestas ventajas de marketing turístico que el nuevo nombre traería para el aeropuerto orureño. ¿Vendrán realmente los turistas a ver como es la terminal aérea "Evo Morales"?
Un aeropuerto no es precisamente un atractivo turístico Don Marcelo, porque restringe la presencia de público en varias zonas por razones de seguridad. Nuestro atractivo son las calles, museos, el santuario de la Virgen y ahora la gran escultura en el cerro Santa Bárbara. El "Charles de Gaulle" en las afueras de Paris es uno de los famosos aeropuertos del mundo, pero no superará jamás al Arco del Triunfo, al Museo del Louvre o a la Torre Eiffel como atractivo turístico, porque no lo es.
¿CAMBIAMOS?
En la avalancha de cambios, por supuesto que aceptaremos e incluso, agradeceremos los positivos, pero se están filtrando cambios absurdos y forzados. Así la advertencia de don Segundino Condori de cambiar el nombre de Oruro por Uru Uru o Tierra de los Urus, a más de causar descontento nos muestra que las cosas van pasando de castaño a oscuro y esto ya está de buen tamaño.
A la postre quizás tengamos que dejar de hablar el castellano, pero su excelencia tendrá que dar el ejemplo aprendiendo a hablar algún idioma originario. Y si vamos a seguir descolonizándonos, acaso tengamos que cambiarnos los apellidos también y éste columnista bien podría renunciar a su apellido Gambarte, tan español como Morales.
En fin, cambios sí, caprichos no. Y parafraseando a don Juan Enrique Jurado digamos: "Cambiar por cambiar, no hace falta pues cambiar".
(*) Comunicador Social
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