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Domingo 17 de febrero de 2013

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Cultural El Duende

Jorge V. Ordenes Lavadenz

Humberto Vázquez Machicado y la política boliviana con Brasil

17 feb 2013

Fuente: LA PATRIA

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Primera de dos partes

El libro Para una historia de los límites entre Bolivia y el Brasil publicado originalmente por entregas al diario La Razón de La Paz a partir de 1946, e incluido en el primero tomo de las Obras Completas del profesor cruceño Humberto Vázquez Machicado (Santa Cruz 1904-La Paz 1957) publicadas en 1988 por la Editorial Don Bosco de La Paz, es un dechado de acontecimientos y narraciones históricas desaliñadamente escritos, aunque bien hilvanados, mejor documentados y valientemente expuestos. La verdad es que motivan tristeza, desaliento y ¡hasta llanto! en el lector por la manera descuidada e incluso incompetente en que los bolivianos han conducido históricamente las cuestiones de límites con el Brasil desde el momento de la Independencia hasta 1942, periodo que cubre el libro del ilustre historiador. Me refiero a casi todos los gobiernos y sus ineptos representantes. Hay relativamente poco rescatable. Más allá del hecho de que el mariscal Antonio José de Sucre fue el último, y el único, presidente de Bolivia que puso en jaque las pretensiones expansionistas de los lusitanos, casi todos los demás mandatarios y ministros que han tenido que ver con los asuntos en cuestión, demostraron supina ignorancia. Una posible excepción es José Ballivián. Hubo por lo menos un criollo boliviano, Sebastián Ramos, que después de haber metido la pata intentando negociar por su cuenta la venta de Chiquitos a Brasil, se volvió muy patriota y defensor del territorio de Bolivia, al punto de haber hecho la vida imposible a los bandeirantes brasileños, y a su cancillería, que de una forma u otra procuraban desplazar la frontera favor de Brasil. Algo más de bueno hay, pero poco. Lo mencionaremos. Ahora que el gas natural es motivo de harto histrionismo político, de posibles inversiones cuantiosas, y de conversaciones de precios y puertos del océano Pacífico, y de regionalismos recalcitrantes, urge releer el libro del profesor ensayista de marca mayor, Humberto Vázquez Machicado.

Lo que acontece a principios del siglo XXI es que todavía seguimos jugando a tener un proyecto de país que no avanza y que en proyecto se está quedando porque de un colage de naciones distanciadas en idiosincrasia y propósito no pasamos, lo que apunta a la nítida posibilidad de que los hechos nefastos que refiere Vázquez Machicado ¡se vuelvan a repetir esta vez con el bendito gas natural! Fíjese el lector la relevancia del siguiente comentario de Vázquez Machicado escrito hace más de medio siglo e incluido en el “Prólogo”: “Si a Bolivia se le ha reprochado [sic]... falta de tradición y continuidad en su política externa, puede que en mucho se deba a la ignorancia de los conductores de la cosa pública, a lo que hay que agregar la falta de publicaciones que con las enseñanzas de la historia en la mano, nos señalan rumbos para el porvenir”. Échele pluma el lector a un intento de actualización de este comentario 56 años después de escrito. La verdad es que las cosas no han cambiado mucho. De ahí el peligro de que, a la larga, del gas saquemos mucho menos de lo que podríamos sacar si fuésemos menos informales en la ejecución de casi todo. Por eso las regiones quieren manejar sus propios recursos, y quién los culpa.

En este artículo me limitaré a mencionar los hechos aleatorios y perjudiciales a los intereses de Bolivia que más congoja causan en el lector, los más vergonzosos e increíbles. También referiré los pocos hechos positivos de modo que ese lector se motive a leer el ensayo original del profesor cruceño en su totalidad, y el resto de su generosa obra, claro. Ojalá que también sirva de estímulo para que alguna universidad boliviana, o varias, se interesen y asignen recursos a la organización de un instituto de estudios brasileños, donde también se enseñe portugués, que tanta falta hace en Bolivia para erradicar la ignorancia que sobre Brasil existe. Esta situación es tan pronunciada como la que condujo a Bolivia a perder una y mil veces la batalla diplomática, y otras. Brasil comparte con nosotros unos 2.500 kilómetros de frontera, la mayor parte desatendida por los bolivianos. Para muestra un botón: en 2003, no hay una sola carretera de verdad que comunique lo que es el llamado “eje central” de Bolivia con la frontera del este y del norte, aunque algo se está construyendo.

De los hechos perjudiciales quiero destacar cuatro... de las docenas de hechos increíbles que Humberto Vázquez Machicado refiere. Son (1) la triste misión del coronel Mariano Armaza; (2) la incompetencia del canciller Andrés María Torrico; (3) la oferta artera del general Andrés de Santa Cruz; y (4) el vergonzoso tratado del 27 de marzo de 1837. Por supuesto que hay otros, docenas de otros, pero estos me parecen los más perjudiciales a Bolivia y por lo tanto inverosímiles. El punto relevante y actual, insisto, es la posibilidad de que hechos increíbles y perjudiciales al país pueden repetirse y hasta multiplicarse con esto del gas natural, las empresas capitalizadas, y quizá otras cuestiones. El reto es impedir que tal suceda.

Lo perjudicial

Nefasta fue la misión de límites, comercio y navegación que, durante la presidencia del cuestionable Andrés de Santa Cruz, llevó el coronel boliviano Mariano Armaza a Río de Janeiro a partir de octubre de 1834. Entre otras cosas, la cancillería brasileña hizo caso omiso a sus intentos invalidándolos del todo en diciembre de 1835 después de insufribles dilaciones. Mientras Bolivia aguantaba y Andrés de Santa Cruz se dedicaba al Perú, y a guerrear internacionalmente no ganando ninguna batalla importante, los bandeirantes se asentaban en el territorio boliviano del este heredado de la corona española por tratados entre ésta y Portugal de 1775 y 1777. Pero el calvario sólo empezaba. “Desde el punto de vista de una solución justa y definitiva del problema de límites, así como de la índole precisa que deben tener tales instrumentos, el proyecto presentado por el General Armaza adolecía de graves defectos, que en general adolecía de graves perjuicios para el derecho y el interés bolivianos”, dice Vázquez Machicado en la página 99 de su libro como parte de un revelador detalle cronológico de la frustración de Armaza. Pero es que durante el gobierno de Andrés de Santa Cruz se acentuó el problema para Bolivia, según vemos a continuación.

Cómo no va a ser nefasta la metida de pata histórica del canciller (también producto del trabajo de Andrés de Santa Cruz), doctor Andrés María Torrico. Vázquez Machicado lo narra de la siguiente manera: “...cometió el grave error de responder... [a las autoridades brasileñas] que los tratados celebrados entre Portugal y España [de 1775 y 1777] no existen en los archivos de este gobierno, que no habiéndolos reconocido Bolivia, no pueden servir de regla... Con esta actitud tan imprudente y absurda, Torrico pretendía defender una circular que había pasado en 30 de enero de 1838, prohibiendo el entregar esclavos que se refugiasen en Bolivia, fundándose para ello en las prescripciones de los artículos 109 y 172 del Código Penal Santa Cruz”(1) Esta monumental metida de pata de la cancillería boliviana y del presidente en ejercicio Mariano Enrique Calvo, hizo que Brasil se acogiese firmemente al postulado de invalidez de los tratados de 1775 y 1777. Se aferró en cambio al principio de uti possidetis que tanto socavó de ahí en adelante los intentos de negociación seria de límites. ¡Los bolivianos dieron la idea a Brasil! Increíble. “Pero nuestros estadistas, el General Santa Cruz, Calvo y los ministros Torrico y Sanjinés, eran tan desconocedores de lo que trataban, que ni siquiera atinaron a ver el doble juego de Ponte Ribeiro: para los refugiados reclamar la validez de los tratados coloniales y para los límites su no validez. Y así perdieron una magnífica situación jurídica... Lo sensible es constatar que la perdieron por ignorancia y por incapacidad”(2). Por la increíble dejadez e incompetencia de los referidos “dignatarios” bolivianos, el país de ahí en adelante encaminó sus pasos diplomáticos por la vía de perdedores. Y, claro, a la larga perdimos soga y cabra, fuera del enfado y frustración que tal representa entre bolivianos que pudieron haber hecho las cosas menos mal. Pero el vía crucis continúa.

Nefasta fue la gestión de Andrés de Santa Cruz en las cuestiones que me ocupan porque su proceder entra fácilmente en la categoría de traición a la patria. Que haya historiadores que lo califiquen de “hombre providencial... trajo consigo uno de los equipos más inteligentes y decididos, tanto en el campo de los pensadores e inductores de la voluntad de acción...”(3) es increíble porque un hombre “providencial” no procura comprometer la integridad territorial a cambio de barcos de guerra. Santa Cruz intentó nada menos que canjear territorio boliviano del oriente por dos naves brasileñas para guerrear con Chile. Menos mal que los mismos brasileños consideraron descabellada la oferta y no accedieron a negociarla seriamente. Aquí los brasileños se pusieron paradójicamente del lado de los intereses bolivianos y contra las ambiciones del militarote boliviano. “Perú sería la parte dominante y a Bolivia no le quedaría (sic) otro papel que el de provincia subyugada. Santa Cruz bien lo comprendía, pero como la exaltación de su nombre estaba de por medio, no trepitó en sacrificar a su patria boliviana en aras de sus ambiciones personales”.(4) El historiador Pedro Kramer escribe: “La confederación tal cual la implementó Santa Cruz era completamente desventajosa para Bolivia”.(5) Sobre el asunto de ceder territorio por barcos nuestro ensayista cruceño escribe: “Esta propuesta de Santa Cruz da muy pobre idea de su capacidad de estadista, en ese momento. Por más apurado que esté un país no utiliza su territorio como moneda con la cual pagar la adquisición de barcos. Aquí se ve cuán personal era la ambición del Protector quería sostenerse en el poder a toda costa y con tal de obtener esta finalidad nada le importaba ceder tierras en lejanas fronteras”.(6) Es curioso que historiadores como Alcides Arguedas, Antonio Díaz Villamil, José Fellmann Velarde, Valentín Abecia, y tratadistas de la historia como Herbert S. Klein, ni siquiera hayan incluido en sus respectivas obras referencias a la situación de límites con Brasil durante el siglo XIX. Tampoco las incluye Enrique Finot que es cruceño. ¡Ni siquiera mencionan la palabra Brasil en el contexto que me ocupa! Raro. Por eso muchos orientales bolivianos se muestran resentidos y aislados del quehacer nacional interpretado por supuestos “historiadores nacionales”. Y esto no es todo.

Continuará

Fuente: LA PATRIA
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