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Domingo 17 de febrero de 2013

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

Despedida a un Papa que se despide

17 feb 2013

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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La ‘crisis económica’ europea, estadounidense y sus secuelas mundiales, la guerra civil en Siria y en Afganistán, las negociaciones del gobierno colombiano con sus FARC, la enfermedad del comandante Chávez y las derivas constitucionales de Venezuela, las elecciones ecuatorianas, la corrupción de los políticos comunistas chinos o la del españolísimo clan de Rajoy, todo, todo ha quedado en el congelador ante la noticia de que el papa ha decidido renunciar. Era en pleno carnaval, lo que explica que por acá la noticia haya cogido distraída a la inmensa mayoría (que siempre sabe jerarquizar la urgencia de las cosas).

Obviamente, no son los carnavaleros quienes están en condiciones de calibrar y, menos aún, de establecer la categoría de importancia de la noticia (¡están demasiado ocupados para poder hacerlo!). Sin embargo, empecemos reconociendo que, por el momento, el gremio mediático se ha fijado más en lo que la noticia tiene de sorprendente que de importante (¿o será que ya están viciados en medir la importancia de las ‘noticias’ según su capacidad de sorpresa?). O no ha encontrado mejor cosa que hacer que contar cuántos casos de papas renunciantes ha habido en los dos milenios de Catolicismo; o a imaginar qué hará el Papa renunciante desde marzo de 2013; o a dónde irá a vivir; o…; o…

Pero sobre todo, la ‘opinión mundial’ ha querido escarbar en los motivos que se ocultan detrás de la sorprendente decisión de Benedicto XVI. Y como no podía ser de otra forma, los gustos se extravían según los prejuicios de cada quien. Supongo que quienes han leído el “Código Da Vinci” ya tienen el camino trazado y abonado. Otros, ni siquiera esto: se limitan a dar rienda suelta a sus odios contra todo lo que para ellos ha representado este Papa; por lo demás, como lo han venido haciendo desde el mismo día en que se anunció, hace casi ocho años, su elección. Son los que hablan de su conservadurismo; de su intolerancia; de su inmovilismo… Se entiende que por no admitir la ordenación de sacerdotisas o la elección popular de los obispos o el re-casamiento eclesiástico de divorciados o el imaginario matrimonio de los homosexuales o… o… En definitiva, quienes nunca le han perdonado que no haya adaptado la Iglesia a las exigencias del ‘mundo’ (‘en este comienzo del siglo XXI’, ¡como les gusta decir!); y por esto le achacan que haya acabado de enterrar ‘su’ Vaticano II (‘su’ de ellos, los inquisidores, extraños abanderados de la ‘tolerancia’).

Claro, durante estos años de su pontificado se han venido a añadir nuevos ‘escándalos’: llámense abusos sexuales clericales con menores de edad; o abusos y ‘negocios’ bancarios vaticanos poco transparentes; o la filtración (con la casi necesaria complicidad de diversos miembros de la curia) de documentos sumamente reservados; o…, o….

¿Explica todo ello (y docenas de cosas más) la decisión del Papa? Podemos dudar de ello: quiero decir que cabe dudar de que expliquen más que las pocas razones dadas por el propio Pontífice en su declaración (no discurso ni carta de renuncia) latina ante los cardenales presentes y que está datada el 10 de febrero. Si nos detenemos a leerla con atención, encontraremos una serie de afirmaciones más orientadoras y dignas de fe que todas las imaginarias o secundarias. Son las que siguen.

Benedicto XVI empieza informando sobre su realidad personal: “mis fuerzas ya no alcanzan para cumplir debidamente la misión del sucesor de Pedro”. A continuación y para que pueda entenderse la decisión que ha tomado y que acabará anunciando, hace algunas afirmaciones que parecen constituir la base en que se apoya su decisión:

a) “por su naturaleza espiritual, esa misión incluye, no solo la acción y la palabra, sino también el sufrimiento y la oración”

b) “el mundo de nuestro tiempo está sujeto a rápidas transformaciones” y

c) “se ve perturbado por cuestiones de gran trascendencia para la vida de la fe”

d) “para dirigir la nave de Pedro y para anunciar el Evangelio también son necesarias las fuerzas del cuerpo y del alma”

Y acaba volviendo a la información inicial, pero ahora deduciéndola de las cuatro afirmaciones: “por lo que debo reconocer mi incapacidad para ejercer debidamente el ministerio que se me ha confiado”.

Si en lugar de dejar suelta la imaginación o de echar mano de prejuicios, nos atenemos al texto del Papa, creo que, para explicar su decisión (la renuncia), le bastaba con comunicar que sus fuerzas de cuerpo y alma no le permiten seguir ejerciendo debidamente su cargo de Pontífice de la Iglesia Católica; pero Benedicto XVI ha querido dejar otras cuatro referencias más concretas (aunque siempre cifradas): de ellas, dos se refieren a rasgos de nuestro tiempo y dos, a su propia persona.

Las dos primeras aluden a la dictadura de cambios acelerados, y a la desorientación que impera en detrimento de la vida cristiana. Las otras dos, al carácter jesucristiano del ministerio pontificio (en las antípodas de lo que se suele esperar de empresarios o autoridades políticas); y a la necesidad de ‘buenas condiciones’ para un debido cumplimiento de sus obligaciones.

En estas cuatro alusiones va encerrado, si lo hay, el ‘secreto’ de su renuncia. De las dos personales, sin duda la más inesperada es la que afirma la necesidad de ciertas condiciones humanas: más inesperada porque se aparta de un ‘espiritualismo milagrero’, ajeno al realismo cristiano. En cambio, las dos referencias a la época quedan abiertas a la interpretación del lector; pero tampoco son tan inescrutables: no olvidemos aquella “dictadura del relativismo” que el todavía cardenal Ratizinger denunció la víspera de iniciarse el conclave de 2005; ahora juzga nuestro tiempo como ‘sumisión’ al cambio y ‘perturbación’ para la fe. No parece haberse alejado tanto desde entonces. Y creo que, si las cosas son así, en el anuncio de su despedida resuena una advertencia: la Iglesia está en grave peligro (¡tantas otras veces lo ha estado!); y un dolor (¿decepción?) por la derrota o fracaso personal; pero ese peligro, con o sin fracaso personal, amenaza con trágicas repercusiones para el conjunto de la Iglesia.

Sería la pequeña dosis de ‘testamento’ (sobrio y, además, imperceptible para tantos despistados) que Benedicto XVI ha querido deslizar el 10 de febrero de 2013 en el anuncio de su renuncia. Si los católicos lo sabremos entender así sólo el tiempo lo dirá.

Fuente: LA PATRIA
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