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Domingo 17 de febrero de 2013

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Revista Dominical

Silvestre Martínez: Ser músico y pasar del sacrificio al arte

17 feb 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Mónica Aramayo Quinteros - Periodista

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Los tonos y las melodías, siempre han sido su vocación, en su conversación, a cada instante sale a relucir ésta su pasión. Así es don Silvestre Martínez Agostopa, un músico que labró su arte a fuerza de sacrificio, allá por los años 60 cuando éste oficio se cultivaba en medio de la naturaleza, teniendo por compañía a las silenciosas montañas, los th’olares o pajonales y los rebaños de ovejas, donde a veces el silbido del viento le pone canto al paisaje, pues éstos espacios eran los más adecuados para practicar la música germinada en el metal.

“Íbamos a pastar las ovejitas, ahí lejos, ensaya que ensaya y tenía que salir la melodía”, recuerda el hombre de 73 años, que con fortaleza única sigue siendo protagonista de la majestuosidad del Carnaval de Oruro, como integrante de la Banda Espectacular Pagador.

Con las sienes de plata, incansable, de buen trato, entusiasta y siempre con una sonrisa amena, es reconocido como una autoridad entre sus compañeros de arte, al mando de su contrabajo.

Hace más de medio siglo, eran tiempos cuando los hombres, la mayor parte agricultores comenzaron a ensayar las melodías y ritmos que sin aún ellos pensarlo, se convertirían en verdaderos himnos del Carnaval de Oruro, hoy reconocido como la Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad y a la vez Patrimonio Inmaterial de la Comunidad Andina de Naciones.

Don Silvestre recuerda que su ingreso a la Banda Pagador, fue en 1966, cuando la primera banda civil, fundada en junio de 1964, ya empezaba a impresionar con su participación acompañando el paso de danzarines en diferentes conjuntos, casi siempre de preferencia las morenadas. Entre sus compañeros de arte de entonces recuerda a Gumercindo Licidio, fundador de la Banda Pagador y Sinforiano Gonzales, fundador de la Banda Poopó, ambos fallecidos recientemente, pero que juntos, en aquel tiempo, cultivaron el arte musical y como testimonio enseña una fotografía bastante añeja.

Queda en su memoria “como si fuera ayer”, los pasajes vividos cuando de changuito sin mediar incomodidad o molestia alguna, tomaba su bicicleta para viajar de su natal Tonkori en Poopó hasta Callipampa y encontrarse con su mentor, Aparicio Calle, para ensayar los arpegios que poco a poco fueron afinados en su primer barítono bajo.

Transcurrían los años 60 del siglo pasado y para el joven Silvestre, nada valía más que el entusiasmo de ensayar, todo dependiendo del tiempo disponible, ya sea dos o una hora, por día. Tras recibir las instrucciones de su maestro, volvía a su pueblo y en los momentos de pastoreo por entonces pulsaba y emboquillaba su barítono y así comenzó a sacarle música al metal, luego ya la destreza se hizo su aliada.

Pasaron pocos años y contrajo matrimonio con Leucadia Cotaña, y ya asumiendo la responsabilidad de una familia, con un hijo al que bautizó como José, buscó otras alternativas de trabajo, combinando el arte musical, con la peluquería y la sastrería.

Ahora, luego de un segundo matrimonio comparte la dicha hogareña junto a Martha Condori y la alegría se completa con la convivencia con su hijo, sus cinco nietos y dos bisnietos.

SU PASIÓN

La destreza en la práctica musical lo llevó a ser director de la Pagador por seis años consecutivos, entre 1980 a 1986. Él se siente orgulloso de vestir el verde que caracteriza a esta banda cuyo fundador y director vitalicio es Don Gumercindo Licidio Chambi.

Ahora don Silvestre está considerado entre los músicos más antiguos de la Banda Pagador, en cuyas filas se apresta a celebrar las Bodas de Oro, siendo el poseedor de una infinidad de recuerdos. Entre ellos la participación en diferentes presentaciones como parte de la “Obra Maestra” y a la vez trasuntar las fronteras de Oruro para hacer conocer la música de banda.

“Con la banda he conocido varios lugares. Lo que me enorgullece es haber escuchado varias veces que como condición para contratarnos pedían que estemos Gumercindo Licidio, Gervasio Martínez y Silvestre Martínez. Si están los tres es Pagador, sino no es Pagador, nos decía”, afirma y confiesa que en un principio, como músico novel junto a su primo Gervasio se dividían el pago que recibían como integrantes de la banda.

“Es bien ser músico, pero si tomas lo arruinas”, comenta al hacer referencia que dentro el gremio existen colegas que al momento de ser protagonistas del espectáculo musical ingieren bebidas alcohólicas que afectan su desempeño personal y a la vez tiene sus consecuencias en la salud de los músicos.

Como rutina, antes de cada presentación, personalmente se ocupa de lavar su instrumento, una tuba valorada en 4.000 dólares, que lo acompaña ya desde hace varios años. “Esto tiene que brillar”, comenta y no se cansa de pasar un pedazo de tela por diferentes partes del instrumento.

Cuando se le consulta cuál es el secreto para tocar el instrumento de apreciable tamaño, revela que se trata de una combinación de maña y fuerza. Cuenta que tampoco todo es “color de rosa” en éste arte, en el que por lo general tienen que satisfacer a un público o cliente, que en su calidad de pasante exige lo mejor de la banda.

Dice que por ejemplo cuando viajan a algunas poblaciones, a veces sufren incomodidades. “Como pescaditos, uno al lado del otro tenemos que dormir”, dice y esboza una sonrisa para completar su frase “… pero otras veces, bien también es, en lindos hoteles nos alojamos”.

Con bastante gracia recuerda como por ejemplo en años anteriores, los integrantes de la banda se alquilaban disfraces, de diferente índole y así ingresaban los domingos de corso, y afirma que a él le gustaba participar con una especie de vestido y un colorido ch’ulo.

Así, en medio de alegrías, tristezas, logros y metas alcanzadas, transcurrió su vida y hoy con la autoridad que le da la sabiduría conseguida con el paso de los años recomienda a la juventud mantener viva la llama de amor al folklore y a las bandas de música.

Fuente: LA PATRIA
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