Loading...
Invitado


Domingo 17 de febrero de 2013

Portada Principal
Revista Dominical

Las guerras civiles entre los conquistadores

17 feb 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Vicente González Aramayo Zuleta - Abogado, historiador, Miembro de Número de la Academia de Ciencias Jurídicas, Miembro de la Sociedad Geográfica y de Historia de Oruro, miembro de UNPE, excatedrático de la UTO, cineasta

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Cuando el Inka Atahuallpa tenía la cuerda del garrote rodeando el cuello, contemplando el antahuara (crepúsculo) que aparecía tiñendo el poniente, efectivamente del color de sangre derramada, le dijo solemnemente a Pizarro, “¿Tú crees que con mi muerte habrá paz? …por el contrario, correrá la sangre como río… como ves allí en el cielo, así se teñirá este suelo…!Nunca habrá paz¡ No sólo la sangre de mi gente correrá sino también la tuya”

Hubo un silencio de sepulcro, Pizarro, el inescrupuloso, el osado no pudo evitar un ligero temor. A su gente le resultaba indiferente, el viejo tuerto contemplaba la escena con su único siniestro, el fraile Valverde, gestor del martirologio de diez mil indios en la plaza de Cajamarca y el Inka, tenía el rostro satánicamente satisfecho. La chusma, a la que no le importaba nada como fuera el oro, le importaba un comino el sacrificio que acababan de presenciar como un espectáculo de toros de sus lares. Pero hubo un grupo de poco menos que doce caballeros que salvaron cuando menos un poco el honor de España, porque desde un comienzo se opusieron a la muerte del Inka sosteniendo con buen criterio que no tenía jurisdicción ni competencia. Correcto, pero cuando el villano tuvo que obtener algo como parte de los tesoros del Inka, en este caso, pueden hasta convertirse en chamanes milagrosos. Es así que de aquella turba maloliente formóse la mascarada; se nombraron jueces, uno de esos hizo de fiscal que fue implacable y se designaron dos fantoches como abogados, que defenderían lo indefendible, y Sancho de Cuellar fue escribano. Y así fue condenado Atahuallpa –

Pero su profecía se cumplió. Muy poco después comenzó a derramarse la sangre-

Muerto el Inka se produjo un desbande general, los indios desparramados, trataban de esconderse y muchos salían de Cajamarka por el primer camino o escape que tomaban. Los españoles también dispersos, por su cuenta trataban de ubicar nuevas riquezas, otros temerosos se aglutinaban junto al Capitán General, creyendo que podía alcanzarles la mano de la venganza. Pero, en efecto, hubo atentados contra algunos de los conquistadores. Se les presentó un dilema a estos vacilantes peninsulares: estaba visto que debían asegurarse al quedar el imperio descabezado; no estaban garantizados y hasta calcularon que quizá no podrían volver a la metrópoli fácilmente, y así también fue, empero seguían llegando al Perú españoles y aventureros de otros países, de todos los picos y fauces sedientos de oro. Para su descontento llegó hasta allí el temerario y poderoso Pedro de Alvarado, en 1534, gobernador de Guatemala. Había salido desde allí con un poderoso ejército, pero se vio mermado por el penoso viaje hasta Quito, con la intención ostensible de sumarse al saqueo. Exigió parte de lo saqueado a Pizarro y a Almagro, una dádiva gratuita. Estaba claro que los españoles temían al incómodo visitante. Pensándolo bien, resultaba sensato darle, pero de acuerdo a convenio. Le dieron, luego de una conversación y acuerdo, la suma de 100.000.- en oro, a fin de librarse de semejante intruso. Alvarado se fue, temiendo además que hubiera fuerte reacción de los indios del imperio, derrumbado. Y no se equivocaba, ya se había desatado esa reacción de los indios que se acantonaron en Villcabamba donde resistieron por cuarenta años.

Después de la muerte del lnka, Pizarro y Almagro requerían de una seguridad duradera, por lo menos hasta que puedan alzar vuelo y para que esto acontezca, necesitaba encabezar de nuevo al imperio. Ambos se llenaban de gozo por haber dotado a la Corona enormes territorios, y ellos, con sendos títulos, concedidos por Carlos V en la llamada “Capitulación de Toledo” sentíanse como dueños del Perú, y esto era lo que debían garantizar; para ello puso a un colaborador en potencia como títere: Colocó la maskaipaicha (corona del imperador con la borla carmesí) en la testa del noble indio Inti Tupaj, a cambio de quemar vivo al general Chalkuchima, enemigo del coronado. Pizarro no se hizo repetir, en forma inclemente incineró al militar que fue el brazo derecho de Atahuallpa en la guerra contra Waskar. Pero a poco Inti Tupaj fue asesinado, y Pizarro lo reemplazó inmediatamente con Manko Inka II, de la dinastía real.

La Capitulación de Toledo, dispuso los derechos de propiedad de las riquezas que fueran encontradas en las tierras conquistadas Perú a Pizarro y Almagro, pero respetando sacramentalmente el Quinto Real, para lo cual la Corona ya destacó veedores. Sin embargo de títulos y derechos, ninguno de ellos quedó satisfecho, la ambición exigió más…siempre más. Es entonces que nació la discordia entre ellos, que arrastró a los parientes más próximos, principalmente. Se produjo la marcha hacia el sur, con el propósito de medir mientras caminaban la extensión de sus ambiciones, y se concentraron en Copacabana, parte de Kollasuyu. Allí deliberaban qué harían y cómo consolidarían sus posesiones. Creció desmesuradamente la ambición de Almagro alentando a la gente a emprender una expedición al sur, hacia el país que los inkas llamaban “Chili” o “Chiri” (país frío). Muchos ilusos apoyaron a Almagro impresionados por su elocuencia, y como a los españoles de la conquista no les faltaba agallas para emprender cualquier viaje sin medir a dónde iban, aceptaron. De ese modo es que Almagro partió a la buena de Dios hacia Chile. Y de paso por el altiplano un capitán de su ejército, don Juan de Saavedra, fundó el pueblo de Paria, que fue el primer pueblo de origen hispánico en América del Sur. En Chile le fue mal, perdió gran parte de su gente y no halló ni un gramo de oro. No sabía que en esa región no había imperios como el Inka, azteca o maya. Vivían allí los araucanos, a los que el mismo Inka no pudo someter ni hasta con doce mil soldados. La empresa de Almagro llegó sólo hasta la Puna de Atacama; seguir más hacía sur hubiera significado el desastre total. Regresó devastado en cuerpo y alma. No obstante esta odisea del tuerto resulta vinculante con Oruro, por el siguiente silogismo: Se produce la conquista, los conquistadores avanzan hacia el sur, Almagro quimérico planea su expedición a Chile, pasa por el altiplano, funda su capitán Juan de Saavedra el pueblo de Paria, ahí comenzaron a aparecer mineros en potencia, prontos a pedir concesiones de minas, uno de ellos fue Mateo Alemán (según estudios de Moreyra Paz Soldán), y otros que se instalaron al lado este de una serie de colinas a las que el escritor e investigador Carlos Condarco denomina la “Serranía Sagrada de los Urus”, donde, se fundó la Real Villa de San Felipe de Austria.

Los derechos amplios en títulos y propiedades concedidos por el rey Carlos V, en la Capitulación de Toledo, fueron el motivo que abrió la brecha que la enemistad entre los Pizarro y Almagro. Ninguno estuvo conforme con lo que le dieron. Se desataron bajas pasiones, comenzó a reinar el odio, la envidia, la codicia. Hubo gente que apoyaba a uno u otro de los jefes. Gran cantidad de la gente también había recibido concesiones en la misma Capitulación. Comenzó a correr la sangre que el Inka vio en el antawara. Por rivalidad extrema Almagro redujo a Hernando y a Gonzalo Pizarro a prisión, Francisco, hermano de ambos residía en Lima, ciudad que había fundado y le garantizó a Almagro que volvería la paz entre ellos desterrando todos los reconcomios, si liberaba a sus hermanos de su prisión.

Almagro ingenuamente creyó en la palabra de viejo cazurro, de modo que tan pronto se vieron libres Hernando y Gonzalo atacaron al tuerto y éste se defendió con su gente. Ambos bandos chocaron en la famosa batalla de “Las Salinas”. Almagro perdió, fue ejecutado, aun cuando pidió clemencia a los indolentes vencedores. Poco después el joven Diego de Almagro, hijo del tuerto, asesinó a Francisco en su propio palacio en Lima. Años más tarde el joven Almagro también fue ejecutado. No paró ahí la serie de matanzas por ambiciones y venganzas y esto duró el mismo tiempo en que los inkas que se atrincheraron en Villcabamba. Pero lamentablemente en 1572 capitularon con la ejecución del Inka Felipe Tupaj Amaru Primero; también y al mismo tiempo Gonzalo Pizarro fue ajusticiado en la horca junto a Carbajal por el Pacificador La Gazca, enviado por España para terminar con la discordia entre españoles. Así y en homenaje a ello se dispuso a fundación de la ciudad de La Paz. Entre los vencedores españoles de esa guerra civil destacó la presencia de Lorenzo de Aldana, un singular personaje, minero emprendedor que había hecho explotación minera de plata y otros metales, precisamente en Oruro. Luego, como aliado de los vencedores recibió recompensas en títulos y tierras, y nombrado Justicia Mayor en Lima, (según estudios de José Mesa y Teresa Gisbert).

Algo que resulta importante resaltar es la presencia de la persona de Lorenzo de Aldana en esta época y que también tiene vinculación con Oruro, como se tiene dicho, debido a la riqueza argentífera de esta ciudad y la región circundante. Aldana se hizo muy rico; alcanzó una edad avanzada, y según siempre Mesa – Gisbert, se fue a España, y murió ciego. Nunca se supo, de acuerdo con la tradición y los historiadores, a dónde fue a parar su riqueza, muchos dicen que se quedó en Oruro; suelen comentar en corrillos que un cargamento de veinte mulas desapareció, y presumen que esa desaparición fue por el lado sudoeste de la ciudad.

APÉNDICE

Un conocido abogado e intelectual de nuestra sociedad, NN, lamentablemente ya fallecido me narró más o menos lo siguiente: que tenía su casa por detrás del promontorio denominado Muro de Contención y que por ahí mismo un señor X también poseía cuartos simples para alquilar. Así fue cómo alquiló a una mujer muy pobre una sola pieza con piso de ladrillo, que le servía para todo. El propietario venía cada mes a cobrar la esmirriada renta. Cierta vez vino, igual que siempre, pero encontró el cuarto cerrado, se fue, volvió… y encontrando igual la tercera vez, mediante autorización fiscal hizo abrir la puerta y ahí dentro, nada que ver, pero el piso en lugar del ladrillo que originalmente tenía, lo halló pavimentado con cemento- Para poder comprender hizo levantar esa tabla de cemento y encontró un hueco grande rellenado con tierra. Sin poder explicarse más el dueño continuó su vida rutinaria en Cochabamba como buen jubilado, pero un día que se hallaba sentado plácidamente en un asiento de El Prado, vio pasar un automóvil de lujo y al lado del chofer pudo reconocer a la mujer que había sido su inquilina en Oruro, lucía además del automóvil lujoso grandes aretes que le colgaban de las orejas. Le extrañó sobremanera, pero creyendo haberse equivocado de persona siguió tranquilo, pero, al cabo de un mes volvió a ver a la dama encopetada y esta vez decidió averiguar y, tomando un coche de alquiler la siguió y el auto ingresó a una suntuosa mansión y su asombró no tuvo límites cuando se enteró que esa señora era la pobre mujer que había sido su inquilina de un cuartucho sobre el Muro de Contención era ahora la propietaria de todo aquello y un camión más que se hallaba en un garaje “el jubilado parece que ya murió sin comprender nada”, me dijo el fallecido abogado, NN, pero él creía que podía tratarse del famoso “Tapado de Aldana” que circula en la jerga popular. Cuando se lo conté al licenciado y escritor Carlos Condarco, como me lo contó el fallecido amigo, me respondió socarronamente: “Yo creí que el Dr. NN era más sensato”.

En fin, los cuentos y leyendas que producen las riquezas de Oruro y Potosí, principalmente.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: